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Cardenal Jorge Bergoglio en entrevista noviembre 2011

Francisco I

«Los curas tendemos a clericalizar a los laicos. Y los laicos -no todos pero muchos- nos piden de rodillas que los clericalicemos porque es más cómodo ser monaguillo que protagonista de un camino laical. No tenemos que entrar en esa trampa, es una complicidad pecadora. (…) El laico es laico y tiene que vivir como laico con la fuerza del bautismo, (…) llevando su cruz cotidiana como la llevamos todos. Y la cruz del laico, no la del cura. La del cura que la lleve el cura que bastante hombro le dio Dios para eso». Noviembre de 2011, en una entrevista hecha por la agencia argentina AICA al entonces Cardenal Jorge Bergoglio. —

Lo que nadie ha contado hasta ahora de la sorprendente vida desconocida de Bergoglio

Lo que nadie ha contado hasta ahora de la sorprendente vida desconocida de Bergoglio

El cardenal Bergoglio en el metro de Buenos Aires

Actualizado 18 marzo 2014

La elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa y la impronta que está dejando su personalidad en la Iglesia han desvelado al mundo un hombre de carisma pocas veces visto.

El periodista argentino Armando Rubén Puente ahonda en los orígenes de su personalidad y formación y nos acerca a momentos decisivos, pero aún poco conocidos, en la vida de Francisco. Verdaderas historias inéditas de su vida “oculta” contadas en el libro La vida oculta de Bergoglio (LibrosLibres).

Incógnitas de su «destierro» que se resuelven…
Uno de los misterios que ha rodeado la vida del nuevo Papa Francisco han sido los años que pasó «oculto» en la provincia de Córdoba (Argentina). Bergoglio padeció en Córdoba una grave y prolongada crisis interior.

Armando Rubén Puente desvela lo que le pasó en ese «destierro» en Córdoba tras dejar de ser Provincial para Argentina de la Compañía de Jesús:

«Al cumplir sus 52 años Bergoglio se vio confinado, tuvo, como él dice, «un momento de gran crisis interior estando en Córdoba». Una crisis distinta de la de su juventud, motivada por las lecturas marxistas que le daba su jefa de laboratorio, que estuvo a punto de poner a prueba sus creencias, o de la que tuvo al regresar de Santiago de Chile y enamorarse. Una crisis más grave.
Entonces recordó lo que decía San Ignacio de Loyola: «Dado por supuesto que en la desolación no debemos cambiar los primeros propósitos, aprovecha mucho reaccionar intensamente contra la misma desolación como, por ejemplo, insistir más en la oración y meditación, en examinarse mucho, y en alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia».

Muchas horas delante del Santísimo
»En la habitación que se le había asignado en la residencia, la número 5 y en la capilla, ante el Santísimo, pasó muchas horas recordando su infancia, sus padres y sus abuelos inmigrantes.

»»No quería más que dedicarse a orar y pensamos que estaba medio enfermo», dice el padre Carlos Carranza. El padre Jose Antonio Sojo, director de la residencia, preocupado y sabiendo que dormía poco y mal, le ofreció cambiarlo de habitación a una interior, para que no le molestara el ruido de la calle y pudiera descansar, pero Bergoglio no quiso.

Preocupación por la salud del Padre Bergoglio
»»Yo tengo un hermano jesuita, Pablo, y frecuentaba mucho la casa de la Compañía, atendiendo a los sacerdotes que estaban enfermos», dice la doctora Selva Tissera. «Estaba preocupada por la salud y estado emocional del padre Bergoglio y por eso le traje de México una medalla de la Virgen de Guadalupe, que compré cuando visité el santuario de la Patrona de América. Cuando se la di, Bergoglio se emocionó al punto de que se le empañaron los ojos y se la colgó al cuello».

Un corazón dolido… necesitado de perdonar
»Jorge Bergoglio sabía que su problema era «que tenía el corazón dolido, herido, rencoroso, incapaz de perdonar».

»Sabía que «hay cosas que no se pueden borrar y que perdonar es mirarlas desde otra óptica, redimensionar la ofensa, esa llaga», que «el fundamento de todo perdón es imitar a Dios», que «aunque no podamos disimular o pasar por alto una ofensa, como hace Él en su perfección y santidad infinita, lo que si podemos es dejar pasar un poco el tiempo, aguantar el dolor, padecer con paciencia la ofensa, el agravio, la injusticia, hasta que llegue el momento en que —con la ayuda de Dios— mudemos el corazón, cambiemos el corazón de piedra en uno de carne, como dice el profeta Ezequiel, como Dios quiere. Es un trabajo que solo Él puede hacer en la medida que uno se ponga a tiro, con ese esfuerzo ascético de pedir perdón, de reconocer mis culpas, que había fallado, en lugar de intentar cobrar las cosas que podían haberme hecho».

»Como ha repetido muchas veces «Dios nos perdona, nos asegura que puede sacarnos de la trampa en la que hemos caído, estamos enredados, por nuestra falta, error o pecado, Dios nunca se cansa de perdonarnos, pero nosotros nos cansamos de pedir su perdón, de recibir su perdón y de perdonar».

Sentía que estaba en el exilio
»Bergoglio sentía que estaba en el exilio hasta que se dio cuenta de que era «una mala nostalgia, en la que se retrotrae a los ajos y las cebollas de Egipto, se vuelve atrás y se pierde la esperanza, una mala nostalgia fundada en la recuperación romántica de la memoria, transformada en recuerdo».

»»Todos queremos volver a un tiempo de nuestro pasado y rehacerlo, pero no se puede. Desde joven la vida me puso en cargos de gobierno; recién ordenado sacerdote fui designado maestro de novicios y dos años después provincial2.

Confesor durante dos años
»»Durante dos años fui confesor en la residencia de Córdoba, que está en pleno centro, al lado de la universidad. Ahí se confiesan los profesores, los estudiantes universitarios y gente de los barrios, que cuando va a hacer alguna cosa en el centro aprovecha para confesarse, porque el cura de su parroquia no tiene tiempo el domingo porque tiene que decir muchas misas. Noté que entre ellos había gente que se confesaba bien, es decir que no perdía tiempo en digresiones, sino que decía lo que tenía que decir. Jamás decía una cosa que no fuera un pecado. No alardeaba. Hablaba con mucha humildad. Un día le pregunté a una de esas personas de donde era. Y era del Valle de Traslasierra. La memoria de cómo enseñaba el cura Brochero que debía hacerse seguía viva casi un siglo después de que les diera las catequesis. La piedad popular se me manifestaba como la memoria de un pueblo interpretada en un esquema deuteronómico».

»En los dos años dedicado casi exclusivamente a meditar, orar y confesar, Bergoglio experimentó la misericordia y conoció los grandes sufrimientos de muchos que acudían confesarse, mujeres que habían abortado, prostitutas, y otras muchas personas castigadas por circunstancias de la vida. Conoció un mundo distinto a aquel en el que se había movido durante veinte años y tuvo que aprender una pastoral diferente.

Un corazón en paz para no maltratar a los fieles
»Para confesar —dijo años después— se requiere que «el corazón del sacerdote esté en paz que no maltrate a los fieles, que sea humilde benevolente y misericordioso; que sepa cómo sembrar esperanza en el corazón y, sobre todo, que sea consciente de que el hermano o la hermana que se acerca al sacramento de la reconciliación busca el perdón y lo hace cómo hacían tantas personas con Jesús: para que les cure».

Una grave y prolongada crisi interior
»Como sabemos, él lo ha dicho, Bergoglio padeció en Córdoba una grave y prolongada crisis interior, en la que probablemente pensaba cuando en unos Ejercicios Espirituales que dio en La Plata en 1990 dijo hablando del hombre que padece una doble soledad: «Por una parte siente la soledad respecto a los demás hombres, es un extraño en el camino. Por otra parte le es dado saborear la amargura de la soledad ante Dios. Está doblemente marginado de Dios y de los hombres y a la vez no puede prescindir ni de Dios, porque lo busca y se siente buscado por él, ni de los hombres porque su misión lo pone en servicio de sus hermanos a quienes busca amar como a sí mismo».

Siguiendo a San Ignacio
»En otro momento recordó la exhortación de San Ignacio que dice a sus jesuitas: «El que está en desolación trabaje de estar en paciencia, que es contraria a las vejaciones que le vienen y piense que será pronto consolado».

Transitar la vida con paciencia…
»»Jesús entró. A veces la vida nos lleva no a hacer sino a padecer, soportando, sobrellevando, nuestras limitaciones y las de los demás. Transitar la paciencia es dejar que el tiempo paute y amase nuestra vida. Debemos transitar en paciencia, sobre todo ante el fracaso y el pecado, cuando nos damos cuenta de que quebramos nuestro propio límite. Es un claudicar de la pretensión de querer solucionarlo todo. Hay que hacer un esfuerzo, pero en-tendiendo que uno no lo puedo todo. Hay que relativizar la mística de la eficacia. La paciencia cristiana no es quietista o pasiva, sino implica soportar, soportar, sobrellevar en los hombros la historia».

Lo calumniaron y murmuraron contra él
»La paciencia es una virtud buscada por Bergoglio, que se apoya en ella en muchas ocasiones de su vida, cuando fue juzgado temerariamente, lo calumniaron y murmuraron contra él, le cerraron puertas, le levantaron obstáculos .

De Provincial a marginado…
»Después de haber iniciado a los 36 años su carrera como el más joven de los provinciales de la Compañía, se había convertido en un marginado, un exiliado, un desterrado. En esos años oscuros «hizo su master como pastor, que fueron clave para la formación de ese corazón de pastor que lo ha convertido en un líder espiritual tan distinto a otros y tan cercano a la gente» dice E. Himitian.

Con el Papa Francisco los laicos no podemos seguir como si nada pasara, dice autoridad vaticana

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BUENOS AIRES, 14 Mar. 14 / 03:09 am (ACI/EWTN Noticias).- “La elección de Francisco es un hecho que tiene una carga interpelante para nosotros, porque el hecho de que el Papa venga de América Latina no es sólo motivo de legítimo orgullo”, señaló el Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), Guzmán Carriquiry Lecour, y subrayó que “no podemos seguir viviendo como si nada de nada hubiera acontecido”.

Carriquiry destacó que la elección del Santo Padre “¡también recarga a los pastores y a los laicos de nuevas exigencias y nuevas responsabilidades! La providencia de Dios pone a la Iglesia en América Latina y a los pueblos de estas latitudes en una nueva prueba, y tenemos que estar al nivel de las exigencias”, además el “papel de los laicos es insustituible allí donde hay que transformar las estructuras y ordenarlas según el Evangelio”.

La autoridad vaticana que visita la ciudad de Buenos Aires (Argentina) para hablar de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium y los desafíos que afronta el continente, sostuvo en una entrevista a la Agencia AICA que según su análisis el Pontífice pide a los católicos “a tomarse en serio la verdad y la belleza de la experiencia cristiana”.

“La primera pregunta que tenemos que hacernos, si consideramos este hecho inédito y muy en serio, es: ¿qué es lo que Dios me está mostrando, diciendo y pidiendo?, ¿qué quiere Él que cambie en la vida comunitaria y en mi vida personal? Es una pregunta que tienen que hacerse los pastores obispos, los pastores sacerdotes y los laicos”, reflexionó Carriquiry.

Al enfatizar el deseo del Papa con los laicos, dijo que “los quiere mucho más copartícipes de toda la vida y la misión de la Iglesia; los quiere que crezcan como discípulos y vuelquen su testimonio y anuncio como discípulos misioneros, que son el sujeto fundamental que los obispos tuvieron presente en Aparecida, y a quienes el Papa les dirige las grandes directivas de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium”.

Explicó que el Santo Padre desea también que los laicos tengan participación en los consejos pastorales parroquiales y diocesanos pero sobre todo “quiere que sean protagonistas en aquellos lugares donde está la vida y el destino de las personas, las familias y los pueblos. Quiere que vayamos al encuentro de las periferias de la sociedad y de la existencia”.

El Papa “está llamando a un radicalismo cristiano. En su lenguaje muy especial, de vez en cuando nos va castigando con la referencia a los cristianos tibios, mediocres, sin esperanza, derrotistas, o de pastelería. Pero al mismo tiempo nos está llamando a asumir el cristianismo con todo el radicalismo que eso implica, en el contexto de una sociedad que se está descristianizando”.

Carriquiry resaltó lo dicho agregando que es por eso que el pontífice “le dice a los jóvenes tan a menudo que remen a contracorriente, pero al mismo tiempo es un signo de la inaudita novedad del Evangelio de siempre”.

“Muchas veces, no sólo los sacerdotes son excesivamente clericales, sino a veces los laicos lo son más aún. Por eso creo que ha habido una desproporción entre los muchos laicos que trabajan, colaboran y sostienen muchos ministerios, y aquellos escasos laicos que coherentemente con su fe están abriendo caminos del Evangelio en el campo de la política, de la economía, de la cultura, del sindicato, de la universidad y los medios de comunicación”, expresó.

Al ser consultado si más laicos asumirán cargos dentro de la Iglesia, Carriquiry respondió que “ojalá” y añadió “ciertamente va a haber más laicos que asuman responsabilidades importantes en el seno de la Curia Romana. Eso servirá como testimonio que invite a los obispos, a las conferencias episcopales y a las Iglesias diocesanas a tener en cuenta una coparticipación responsable de los laicos en la vida misma de la Iglesia y su construcción”.

“No solo habrá laicos varones; también se necesitan laicas mujeres. La Iglesia necesita que el genio femenino se exprese también en todos los niveles de la Iglesia donde sea posible. Pienso que es el pueblo de Dios que tiene que crecer en la corresponsabilidad de todos sus miembros, que son miembros del Cuerpo de Cristo”, subrayó.

En cuanto al papel de los Obispos manifestó que el Papa dice que los pastores “irán delante de su Pueblo iluminando los caminos; también atrás, acompañando a los rezagados, y en el medio acompañando los anhelos, sufrimientos y esperanzas mientras se anuncia el Evangelio de Jesucristo. Creo que vamos a tener muchos signos en estos pontificados de reconocimiento y de aliento a ese protagonismo de los laicos en la vida de la Iglesia”.

Reflexionó que el Santo Padre está mostrando lo que quiere en concreto para los latinoamericanos, y es “un salto de calidad en nuestra fe, que tiene que ser anunciada desde una mucho mayor proximidad, familiaridad y compenetración afectiva, que solo lo da el amor con la vida del propio pueblo, a la escucha de sus clamores, de sus necesidades, de sus problemas”, y enfatizó “eso es lo que está pidiendo especialmente a los pastores”.

Afirmó que el Pontífice siempre pide la conversión personal y después pide conversión pastoral, es decir, “superar toda autorreferencialidad, todo ensimismamiento y salir de nuestras capillas lucientes para compartir el Evangelio con nuestro pueblo. Quiere una conversión de nuestras estructuras, que si no se volverán caducas”.

“Finalmente, nos pide una conversión misionera: el Papa nos llama a la conversión y el anuncio en las periferias societarias y existenciales”, puntualizó.
Carriquiry comentó que el Santo Padre sabiendo que visitaría Argentina le auguró un “buen viaje por el Río de la Plata” y él a su regreso le contará lo que escuchó y vivió en el país gaucho.

Además señaló que al ser el Pontífice un referente para los argentinos, la “atracción al Papa debe transformarse, si aún no es así, en un redescubrimiento de la belleza de ser cristianos”.

“Francisco nos conduce a eso: lo que más quiere para la Argentina es que los argentinos, uno a uno, se reencuentren con Cristo. ¡Que el Pueblo argentino se reencuentre con Cristo en lo mejor de su tradición y sea la piedra angular para la construcción de una nueva Argentina!”, finalizó.

Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)

Index

Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «…para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio

Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.

Vaticano, 26 de diciembre de 2013

Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir

FRANCISCO

Fuente: Libreria Editrice Vaticana

Insta el Papa Francisco a evitar los chismes

Francisco I

Ciudad del Vaticano, 16 Feb (Notimex).- El Papa Francisco instó hoy a evitar los chismes y no caer en la tentación de usar una “lengua de víbora”, porque las habladurías pueden “matar” la fama de las personas y envenenar también a quienes las alimentan.

 

Ante miles de personas que abarrotaron la Plaza de San Pedro del Vaticano con motivo de su bendición dominical por el Angelus, Francisco dijo estar convencido de que si los hombres se proponen evitar los chismes se pueden volver santos.

 

“También las palabras pueden matar, por lo tanto no sólo no debemos atentar contra la vida del prójimo, tampoco lanzar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia”, indicó desde la ventana de su estudio personal en el Palacio Apostólico.

 

Desde aquella ventana e improvisando se comunicó con la plaza pidiendo a todos a proponerse no vivir “rodeados” por los chismes y preguntó: “¿Lo creen o no? ¿Están de acuerdo? Entonces decidamos hacer este propósito de evitar los chismes”.

 

Su reflexión partió de un pasaje bíblico en el cual Jesús sostuvo no haber venido a la tierra para abolir la ley o los profetas, sino a dar cumplimiento a sus indicaciones.

 

Por eso precisó que Cristo no quiso cancelar los mandamientos, sino que se empeñó llevarlos a su plenitud desde el amor, sin dar importancia simplemente a la observancia disciplinar y a la conducta exterior.

 

Apuntó que él se dirigió a la raíz de la ley, tomando en cuenta sobre todo a la intención y, por lo tanto, el corazón del hombre, el origen de las propias acciones buenas o malvadas.

 

“Para obtener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas jurídicas, sino se necesitan las motivaciones profundas, expresión de una sabiduría oculta, la sabiduría de Dios”, indicó el pontífice.

 

“Jesús propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es la de no tener medida, de ir más allá de todo cálculo”, apuntó.