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El mundo desde Roma

Primer domingo sin Ángelus en ocho años tras renuncia de Benedicto XVI

Angelus

ROMA, 03 Mar. 13 / 09:33 am (ACI/EWTN Noticias).- Al hacerse efectiva la renuncia del ahora Papa emérito Benedicto XVI y comenzar el periodo de sede vacante, el pasado jueves 28 de febrero, este domingo es el primero en ocho años en que no reza el Ángelus junto a los fieles que se reúnen en la Plaza de San Pedro.

El último Ángelus que rezó Benedicto XVI fue el pasado domingo 24 de febrero, junto a 200 mil fieles reunidos en el Vaticano. En esa ocasión señaló que «el Señor me llama a ‘subir al monte’, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación».

Las palabras previas al rezo del Ángelus se convirtieron en una ocasión privilegiada para el ahora retirado Papa, para educar en la fe a los fieles, con palabras fuertes y claras.

El 22 de mayo de 2005, tras rezar en tres ocasiones el Regina Caeli, por Pascua, Benedicto XVI rezó el Ángelus, meditando antes en que «Dios es amor».

«La palabra que resume toda la revelación es esta: ‘Dios es amor’, y el amor es siempre un misterio, una realidad que sobrepasa la razón sin contradecirla, exalta su potencial».

En otra ocasión reflexionó sobre el misterio de la Santísima Trinidad, señalando que «Jesús nos ha revelado el misterio de Dios: Él, el Hijo, ha dado a conocer al Padre que está en elcielo, y nos dio al Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo».

Benedicto XVI reflexionó también sobre la importancia de que los cristianos no se vean infectados por el relativismo en su práctica religiosa, señalando que «toda parroquia está llamada a redescubrir la belleza del Domingo, el Día del Señor, en que los discípulos de Cristo renuevan la Eucaristía, comunión con Aquel que da significado a las alegrías y tristezas de cada día».

«‘No podemos vivir sin el Domingo’: Así profesaron los primeros cristianos, incluso a costa de suvida, y así estamos llamados nosotros a repetir hoy», aseguró.

Al concluir su último rezo del Ángelus, el domingo pasado, Benedicto XVI subrayó que su renuncia y su paso a la vida de oración «no significa abandonar a laIglesia».

«Si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo más apto a mi edad y a mis fuerzas», aseguró.

El Mundo visto desde Roma

Dios me llama a «subir al monte» pero no significa abandonar a la Iglesia. Si me pide esto es para poder servirla con la misma entrega y el mismo amor de siempre.

Cristo mundo

CIUDAD DEL VATICANO, 24 de febrero de 2013 (Zenit.org) – En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas destaca de modo especial el hecho de que Jesús se transfigurara mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive sobre un alto monte en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro (Lc 5,10; 8,51; 9,28). El Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y resurrección (9,22), ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre celeste: «Este es mi hijo, el predilecto, ¡Escuchadle!» (9,35). La presencia luego de Moisés y de Elías, que representan la Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es muy significativa: toda la historia de la Alianza está orientada a El, el Cristo, que realiza un nuevo «éxodo» (9,31), no hacia la tierra prometida, como en el tiempo de Moisés, sino hacia el Cielo. La intervención de Pedro: «Maestro, qué bien estamos aquí» (9,33) representa el intento imposible de detener tal experiencia mística. Comenta san Agustín: «[Pedro]… sobre el monte… tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Para qué descender para volver a las fatigas y a los dolores, mientras allí arriba estaba lleno de sentimientos de santo amor hacia Dios y que le inspiraban por ello una santa conducta?» (Discurso 78,3).

Meditando este pasaje del Evangelio, podemos extraer una enseñanza muy importante. Sobre todo, el primado de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma, aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da aliento a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones, como hubiera querido hacer Pedro sobre el Tabor, sino que la oración reconduce al camino, a la acción. «La existencia cristiana -escribí en el Mensaje para esta Cuaresma- consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios, para luego volver a bajar llevando el amor y la fuerza que de ello derivan, para servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios» (n. 3).

Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo especial dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a «subir al monte», a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María: Ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa.

El Papa renunció porque siempre renuncia.

Me llamo Daniel, y soy un católico de 23 años. Le voy al Manchester United, me gusta Star Wars y leo cómics. Además, estudié fotografía. Pero nada de eso cuenta, si no fuera feliz… Y hay muchas cosas que no se pueden entender a las 8:00am cuando te hablan… para decirte escuetamente: “»Daniel, el papa dimitió».” Yo apresuradamente contesté: “¿Dimitió?”. La respuesta era más que obvia. “O sea: renunció, ¡Daniel, el Papa renunció!”
El Papa renunció. Así amaneció el día para la mayoría, así de rápido perdieron la fe unos cuantos y otros muchos la reforzaron. Y que renunciara, es de esas cosas, que no se entienden.
Yo soy católico. Uno de tantos. De esos que durante su infancia fue llevado a misa, luego creció y le agarró apatía. En algún punto me llevé de la calle todas mis creencias y a la Iglesia de paso, pero la Iglesia no está para ser llevada ni por mí, ni por nadie (ni por el Papa). En algún punto de mi vida, le volví a tomar cariño a mi parte espiritual (muy de la mano con lo que conlleva enamorarse de la chavita que va a misa, y dos extraordinarios guías llamados padres), y así de banal, y así de sencillo, retome un camino en el que hoy digo: Yo soy católico. Uno de muchos, si, pero católico al fin. Pero así sea un doctor en teología, o un analfabeto de las escrituras (de esos que hay millones), lo que todo mundo sabe es que el Papa es el Papa. Odiado, amado, objeto de burlas y oraciones, el Papa es el Papa, y el Papa se muere siendo Papa. Por eso hoy cuando amanecí con la noticia, yo, al igual que millones de seres humanos..nos preguntamos ¿porqué?. ¿Porqué renuncia señor Ratzinger?. ¿Le entró el miedo?. ¿Se lo comió la edad?. ¿Perdió la fe?. ¿La ganó?. Y hoy, después de 12 horas, creo que encontré la respuesta = el señor Ratzinger, ha renunciado toda su vida.
Así de sencillo…
El Papa renunció a una vida normal. Renunció a tener una esposa. Renunció a tener hijos. Renunció a ganar un sueldo. Renunció a la mediocridad. Renunció a las horas de sueño, por las horas de estudio. Renunció a ser un cura más, pero también renunció a ser un cura especial. Renunció a llenar su cabeza de Mozart, para llenarla de teología. Renunció a llorar en los brazos de sus padres. Renunció a teniendo 85 años, estar jubilado, disfrutando a sus nietos en la comodidad de su hogar y el calor de una fogata. Renunció a disfrutar su país. Renunció a tomarse días libres. Renunció a su vanidad. Renunció a defenderse contra los que lo atacaban. Vaya, me queda claro, que el Papa fue un tipo apegado a la renuncia.
Y hoy, me lo vuelve a demostrar. Un Papa que renuncia a su pontificado cuando sabe que la Iglesia no está en sus manos, sino en la de algo o alguien mayor, me parece un Papa sabio. Nadie es más grande que la Iglesia. Ni el Papa, ni sus sacerdotes, ni sus laicos, ni los casos de pederastia, ni los casos de misericordia. Nadie es más que ella. Pero ser Papa a estas alturas del mundo, es un acto de heroísmo (de esos que se hacen a diario en mi país y nadie nota). Recuerdo sin duda, las historias del primer Papa. Un tal Pedro. ¿Cómo murió? En una cruz, crucificado igual que a su maestro, pero de cabeza. Hoy en día, Ratzinger se despide igual. Crucificado por los medios de comunicación, crucificado por la opinión pública y crucificado por sus mismos hermanos católicos. Crucificado a la sombra de alguien más carismático.

Crucificado en la humildad, esa que duele tanto entender. Es un mártir contemporáneo, de esos a los que se les pueden inventar historias, a esos de los que se les puede calumniar, a esos de los que se les puede acusar, y no responde. Y cuando responde, lo único que hace es pedir perdón. ‘Pido perdón por mis defectos’. Ni más, ni menos. Què pantalones, què clase de ser humano. Podría yo ser mormón, ateo, homosexual y abortista, pero ver a un tipo, del que se dicen tantas cosas, del que se burla tanta gente, y que responda así…..
Ese tipo de personas, ya no se ven en nuestro mundo.
Vivo en un mundo donde es chistoso burlarse del Papa, pero pecado mortal burlarse de un homosexual (y además ser tachado de paso como intolerante, fascista, derechista y nazi). Vivo en un mundo donde la hipocresía alimenta las almas de todos nosotros. Donde podemos juzgar a un tipo de 85 años que quiere lo mejor para la Institución que representa, pero le damos con todo porque “¿con qué derecho renuncia?”. Claro, porque en el mundo NADIE renuncia a nada. A nadie le da flojera ir a la escuela. A nadie le da flojera ir a trabajar. Vivo en un mundo donde todos los señores de 85 años están activos y trabajando (sin ganar dinero) y ayudan a las masas. Sì, claro.
Ahora sé Señor Ratzinger, que vivo en un mundo que lo va a extrañar. En un mundo que no leyó sus libros, ni sus encíclicas, pero que en 50 años recordará cómo, con un simple gesto de humildad, un hombre fue Papa, y cuando viò que había algo mejor en el horizonte, decidió apartarse por amor a su Iglesia. Va a morir tranquilo señor Ratzinger. Sin homenajes pomposos, sin un cuerpo exhibido en San Pedro, sin miles llorándole aguardando a que la luz de su cuarto sea apagada. Va a morir, como vivió aún siendo Papa: humilde.
Benedicto XVI, muchas gracias por renunciar.

cristo sonrienteEl Pregonero de Cristo