El cardenal Bergoglio en el metro de Buenos Aires
Actualizado 18 marzo 2014
La elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa y la impronta que está dejando su personalidad en la Iglesia han desvelado al mundo un hombre de carisma pocas veces visto.
El periodista argentino Armando Rubén Puente ahonda en los orígenes de su personalidad y formación y nos acerca a momentos decisivos, pero aún poco conocidos, en la vida de Francisco. Verdaderas historias inéditas de su vida “oculta” contadas en el libro La vida oculta de Bergoglio (LibrosLibres).
Incógnitas de su «destierro» que se resuelven…
Uno de los misterios que ha rodeado la vida del nuevo Papa Francisco han sido los años que pasó «oculto» en la provincia de Córdoba (Argentina). Bergoglio padeció en Córdoba una grave y prolongada crisis interior.
Armando Rubén Puente desvela lo que le pasó en ese «destierro» en Córdoba tras dejar de ser Provincial para Argentina de la Compañía de Jesús:
«Al cumplir sus 52 años Bergoglio se vio confinado, tuvo, como él dice, «un momento de gran crisis interior estando en Córdoba». Una crisis distinta de la de su juventud, motivada por las lecturas marxistas que le daba su jefa de laboratorio, que estuvo a punto de poner a prueba sus creencias, o de la que tuvo al regresar de Santiago de Chile y enamorarse. Una crisis más grave.
Entonces recordó lo que decía San Ignacio de Loyola: «Dado por supuesto que en la desolación no debemos cambiar los primeros propósitos, aprovecha mucho reaccionar intensamente contra la misma desolación como, por ejemplo, insistir más en la oración y meditación, en examinarse mucho, y en alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia».
Muchas horas delante del Santísimo
»En la habitación que se le había asignado en la residencia, la número 5 y en la capilla, ante el Santísimo, pasó muchas horas recordando su infancia, sus padres y sus abuelos inmigrantes.
»»No quería más que dedicarse a orar y pensamos que estaba medio enfermo», dice el padre Carlos Carranza. El padre Jose Antonio Sojo, director de la residencia, preocupado y sabiendo que dormía poco y mal, le ofreció cambiarlo de habitación a una interior, para que no le molestara el ruido de la calle y pudiera descansar, pero Bergoglio no quiso.
Preocupación por la salud del Padre Bergoglio
»»Yo tengo un hermano jesuita, Pablo, y frecuentaba mucho la casa de la Compañía, atendiendo a los sacerdotes que estaban enfermos», dice la doctora Selva Tissera. «Estaba preocupada por la salud y estado emocional del padre Bergoglio y por eso le traje de México una medalla de la Virgen de Guadalupe, que compré cuando visité el santuario de la Patrona de América. Cuando se la di, Bergoglio se emocionó al punto de que se le empañaron los ojos y se la colgó al cuello».
Un corazón dolido… necesitado de perdonar
»Jorge Bergoglio sabía que su problema era «que tenía el corazón dolido, herido, rencoroso, incapaz de perdonar».
»Sabía que «hay cosas que no se pueden borrar y que perdonar es mirarlas desde otra óptica, redimensionar la ofensa, esa llaga», que «el fundamento de todo perdón es imitar a Dios», que «aunque no podamos disimular o pasar por alto una ofensa, como hace Él en su perfección y santidad infinita, lo que si podemos es dejar pasar un poco el tiempo, aguantar el dolor, padecer con paciencia la ofensa, el agravio, la injusticia, hasta que llegue el momento en que —con la ayuda de Dios— mudemos el corazón, cambiemos el corazón de piedra en uno de carne, como dice el profeta Ezequiel, como Dios quiere. Es un trabajo que solo Él puede hacer en la medida que uno se ponga a tiro, con ese esfuerzo ascético de pedir perdón, de reconocer mis culpas, que había fallado, en lugar de intentar cobrar las cosas que podían haberme hecho».
»Como ha repetido muchas veces «Dios nos perdona, nos asegura que puede sacarnos de la trampa en la que hemos caído, estamos enredados, por nuestra falta, error o pecado, Dios nunca se cansa de perdonarnos, pero nosotros nos cansamos de pedir su perdón, de recibir su perdón y de perdonar».
Sentía que estaba en el exilio
»Bergoglio sentía que estaba en el exilio hasta que se dio cuenta de que era «una mala nostalgia, en la que se retrotrae a los ajos y las cebollas de Egipto, se vuelve atrás y se pierde la esperanza, una mala nostalgia fundada en la recuperación romántica de la memoria, transformada en recuerdo».
»»Todos queremos volver a un tiempo de nuestro pasado y rehacerlo, pero no se puede. Desde joven la vida me puso en cargos de gobierno; recién ordenado sacerdote fui designado maestro de novicios y dos años después provincial2.
Confesor durante dos años
»»Durante dos años fui confesor en la residencia de Córdoba, que está en pleno centro, al lado de la universidad. Ahí se confiesan los profesores, los estudiantes universitarios y gente de los barrios, que cuando va a hacer alguna cosa en el centro aprovecha para confesarse, porque el cura de su parroquia no tiene tiempo el domingo porque tiene que decir muchas misas. Noté que entre ellos había gente que se confesaba bien, es decir que no perdía tiempo en digresiones, sino que decía lo que tenía que decir. Jamás decía una cosa que no fuera un pecado. No alardeaba. Hablaba con mucha humildad. Un día le pregunté a una de esas personas de donde era. Y era del Valle de Traslasierra. La memoria de cómo enseñaba el cura Brochero que debía hacerse seguía viva casi un siglo después de que les diera las catequesis. La piedad popular se me manifestaba como la memoria de un pueblo interpretada en un esquema deuteronómico».
»En los dos años dedicado casi exclusivamente a meditar, orar y confesar, Bergoglio experimentó la misericordia y conoció los grandes sufrimientos de muchos que acudían confesarse, mujeres que habían abortado, prostitutas, y otras muchas personas castigadas por circunstancias de la vida. Conoció un mundo distinto a aquel en el que se había movido durante veinte años y tuvo que aprender una pastoral diferente.
Un corazón en paz para no maltratar a los fieles
»Para confesar —dijo años después— se requiere que «el corazón del sacerdote esté en paz que no maltrate a los fieles, que sea humilde benevolente y misericordioso; que sepa cómo sembrar esperanza en el corazón y, sobre todo, que sea consciente de que el hermano o la hermana que se acerca al sacramento de la reconciliación busca el perdón y lo hace cómo hacían tantas personas con Jesús: para que les cure».
Una grave y prolongada crisi interior
»Como sabemos, él lo ha dicho, Bergoglio padeció en Córdoba una grave y prolongada crisis interior, en la que probablemente pensaba cuando en unos Ejercicios Espirituales que dio en La Plata en 1990 dijo hablando del hombre que padece una doble soledad: «Por una parte siente la soledad respecto a los demás hombres, es un extraño en el camino. Por otra parte le es dado saborear la amargura de la soledad ante Dios. Está doblemente marginado de Dios y de los hombres y a la vez no puede prescindir ni de Dios, porque lo busca y se siente buscado por él, ni de los hombres porque su misión lo pone en servicio de sus hermanos a quienes busca amar como a sí mismo».
Siguiendo a San Ignacio
»En otro momento recordó la exhortación de San Ignacio que dice a sus jesuitas: «El que está en desolación trabaje de estar en paciencia, que es contraria a las vejaciones que le vienen y piense que será pronto consolado».
Transitar la vida con paciencia…
»»Jesús entró. A veces la vida nos lleva no a hacer sino a padecer, soportando, sobrellevando, nuestras limitaciones y las de los demás. Transitar la paciencia es dejar que el tiempo paute y amase nuestra vida. Debemos transitar en paciencia, sobre todo ante el fracaso y el pecado, cuando nos damos cuenta de que quebramos nuestro propio límite. Es un claudicar de la pretensión de querer solucionarlo todo. Hay que hacer un esfuerzo, pero en-tendiendo que uno no lo puedo todo. Hay que relativizar la mística de la eficacia. La paciencia cristiana no es quietista o pasiva, sino implica soportar, soportar, sobrellevar en los hombros la historia».
Lo calumniaron y murmuraron contra él
»La paciencia es una virtud buscada por Bergoglio, que se apoya en ella en muchas ocasiones de su vida, cuando fue juzgado temerariamente, lo calumniaron y murmuraron contra él, le cerraron puertas, le levantaron obstáculos .
De Provincial a marginado…
»Después de haber iniciado a los 36 años su carrera como el más joven de los provinciales de la Compañía, se había convertido en un marginado, un exiliado, un desterrado. En esos años oscuros «hizo su master como pastor, que fueron clave para la formación de ese corazón de pastor que lo ha convertido en un líder espiritual tan distinto a otros y tan cercano a la gente» dice E. Himitian.