Referencia: Presentado por Rev. Modesto Lewis Pérez en el Encuentro Nacional de Cursillos en la Universidad de Villanova en Philadelphia, PA – Julio 2006.
Durante la primera meditación del fin de semana de Cursillos, al Cursillista se le invita a que comience una reflexión muy personal y sincera que le hará emprender una larga jornada – una maravillosa aventura que no requerirá que viaje de la superficie de la Tierra al Espacio: a la Luna o Martes; a Júpiter o alguna estrella distante. De hecho, la jornada que emprenderá es aún más desafiante. Pues, como dice Eduardo Bonnín, exige un viaje de la superficie de la piel del hombre al Espacio Interior: allí donde reside su persona.
En otras palabras, al Cursillista se le pide que mire hacia dentro y que se desnude en la presencia de Dios. Este proceso no tiene como propósito hacer que la persona se llene de un sentido de culpa, o vergüenza o remordimiento. Más bien es una invitación a que se ponga en presencia de sí mismo y de Dios – libre de toda manipulación, ilusión, artificio, orgullo, engaño propio, o temor. Pues, solo cuando hacemos esto podemos permitir que Dios nos tome en sus brazos como el Padre una vez estrechó en sus brazos amorosos al Hijo Pródigo y nos reciba tal y como somos. En este abrazo tierno e incondicional descubrimos que somos preciosos en los ojos de Dios y que somos amados con un amor eterno. Cuando experimentamos personalmente esta verdad fundamental, comenzamos a encontrar el “porqué” y “para qué” de nuestra existencia, el sentido de nuestra vida.
Este encuentro real consigo mismo, con el que comienza el Cursillo, es lo que más tarde hará posible el encuentro con otros y con el Evangelio. En este triple encuentro, que comienza y termina con la amistad, el Cursillo no pretende echarle nuevos compromisos u obligaciones a nadie. Más bien, lo que busca es que cada uno le encuentre el sentido al compromiso que ya tiene: el compromiso que viene de la vida misma y de la convivencia. Este compromiso encuentra su fuente, se fortalece y se nutre con la AMISTAD: la amistad con Dios y con el prójimo (E. Bonnín & F. Forteza, “Los Cursillos de Cristiandad, Realidad Aun No Realizada,” p. 18)
Hoy se nos ha pedido que meditemos sobre nuestra administración de ese singular y bello regalo de Dios que son Los Cursillos de Cristiandad. Y, ciertamente es conveniente que así lo hagamos; pues, en Las Sagradas Escrituras el administrador es un modelo simbólico del significado de la vida – es decir, de quien soy en relación a Dios, a mí mismo, a los demás y a toda la creación.
Una de las enseñanzas más fundamentales de las Sagradas Escrituras – comenzando con el libro del Génesis – es que todas las cosas encuentran su origen en Dios. Todo lo que nuestros sentidos pueden experimentar y descubrir deben su existencia a Él, incluyendo nuestras vidas y todo lo que tenemos: nuestros cuerpos, nuestras posesiones, nuestros talentos, nuestros dones y nuestro tiempo. Además de darnos todo lo que tenemos, Dios nos ha redimido por la sangre de Su Hijo, Jesucristo nuestro Señor (1 Pedro 1:18, 19). Consecuentemente, como dice el autor de los Hechos de los Apóstoles, en Cristo, “vivimos, nos movemos, y existimos” (Hechos 17:28). Y, siendo que el murió por todos, dice San Pablo, “los que viven no vivan ya para sí mismos, sino para él, que por ellos murió y resucitó” (2 Corintios 5:15).
Todos, pues, somos sus administradores ya que se nos ha confiado la administración de las riquezas y bendiciones recibidas de Dios. Se nos ha llamado a servir y cuidar de su Casa y de nuestros compañeros. Se nos ha dado libertad y dominio absoluto de esta abundancia de vida y patrimonio de Gracia… Pero, parafraseando ese gigante de la literatura moderna, Spider Man (el Hombre Araña), gran poder y gran libertad llevan consigo una gran responsabilidad.
Nuestra administración de los bienes de Dios, como nos lo recuerda la parábola de los talentos (Mateo 25:14-30), exige el uso fiel de los dones recibidos. La parábola de las diez jóvenes necias y precavidas (Mateo 25:1-13), nos advierte que debemos mantenernos alertas y preparados. Y, esta administración nos reta a ser tan astutos como el mal administrador de la parábola (Lucas 16:1-18); pues, nos dice el Señor, “los ciudadanos de este mundo sacan más provecho de sus relaciones sociales que los hijos de la luz” (Lucas 16:8).
En efecto, tendremos que rendir cuentas de todo lo que hemos recibido del Señor, no importa cuan poco o mucho nos parezca que esto sea. Pues, “el que ha sido digno de confianza en cosas sin importancia, será digno de confianza también en las importantes; y el que no ha sido honrado en las cosas mínimas, tampoco será honrado en las cosas importantes” (Lucas 16:10). ¿Cómo, pues, se nos podrá confiar las cosas del Reino si no hemos sido constantes en lo mínimo de este mundo?
Como administradores se nos pide ante todo que seamos fieles a los dones espirituales recibidos. Al describir su ministerio y el de sus compañeros, San Pablo declara: “Vean, pues, en nosotros a servidores de Cristo y a administradores de las obras misteriosas de Dios. Si somos administradores, entiendo que se nos exigirá cumplir” (1 Corintios 4:1-2). Y el autor de la primera carta de San Pedro, refiriéndose a todos los cristianos, agrega: “Que cada uno ponga al servicio de los demás el carisma que ha recibido, y de este modo serán buenos administradores de los diversos dones de Dios” (1 Pedro 4:10).
¿En que modo, pues, somos llamados a ser fieles administradores del Movimiento de Cursillos de Cristiandad?
Si, como firmemente creemos, Cursillos es un don de Dios, es evidente que es una “manifestación del Espíritu para el bien común” de la Iglesia (1 Corintios 12:7; cf también versículos 1-11). Como tal, Cursillos cumple una función propia y específica en el Plan de Dios. Como recibidores de esta gracia, por lo tanto, se nos pide que seamos dignos de confianza y fieles a la esencia y a la misión específica que Dios le asignó en el Cuerpo de Cristo.
Si este carisma tan especial que es el Movimiento de Cursillos ha de cumplir su misión, no podemos tratarle como si fuera nuestra posesión; como si fuera algo que podemos usar y manipular a nuestro antojo. Mucho menos podemos usarlo para un propósito para el que no fue inventado. Cursillos es un don del Espíritu y por lo tanto tenemos que rendir cuentas a Dios de cómo hemos usado el don recibido.
Sabemos que Cursillos es una cosa viva, vibrante –tan bella y delicada pero también tan frágil como una mariposa. Eduardo Bonnín y Francisco Forteza escribieron una vez:
Todo lo vivo debe crecer y progresar, y para que sea efectivo exige una creatividad y criticidad permanentes. Lo que es vivo, al crecer y desarrollarse va afirmando sus líneas esenciales, lo que es propio e intencional, o se separa de ellas y pierde su identidad (E. Bonnín & F. Forteza, “Los Cursillos de Cristiandad, Realidad Aun No Realizada,” p. 12).
Examinemos, pues, a Cursillos de esta manera orgánica: Cursillos es una cosa viva y por lo tanto tiene que crecer y desarrollarse, sí. Pero, tiene que permanecer fiel a su propia razón de ser, a su esencia, a lo que le caracteriza – a lo que Dios quiso que fuera, o arriesgaría perder su identidad y de esta manera frustraría el Plan de Dios.
Algunos entre nosotros podemos apreciar una mariposa y no le pedimos que sea más que lo que es, lo que el Creador quiso que fuera. Sin embargo, para algunos el ciclo de vida de la mariposa les podría parecer absurdo: un volar de flor en flor, poniendo huevos, del que saldrá un gusanito cuyo único propósito será comer hasta que, harto, se pega a una hoja. Allí se seca, formando un capullo de donde saldrá una mariposa que se apareará para comenzará el ciclo de nuevo.
Un científico en la genética pudiera decidir que lo mejor, lo más útil y productivo sería cambiar la composición genética de las mariposas para darles la misión específica de polinizar flores – no como la consecuencia natural de su propio ciclo de vida sino como una labor predeterminada y designada para una versión de mariposa nueva y renovada: ¡Mariposa 2.0, por decir así! Estas mariposas serían las siervas del botanista y del jardinero y de todos aquellos que estuviesen interesados en tener “mariposas obreras”.
Sin embargo, no habría duda que la mariposa auténtica y verdadera perdería su identidad. La mariposa, en efecto, dejaría de ser la criatura que Dios hizo para convertirse en una reinvención del hombre – una acción probablemente bien intencionada, pero sin duda una manipulación que causaría estragos en el ecosistema natural establecido por el Creador.
Pero usemos otra analogía: Algunas veces, cuando es oportuno, cuando no hay un martillo al alcance, o cuando sentimos pereza o estamos demasiado ocupados como para buscar un martillo, algunos entre nosotros caemos en la tentación de tomar un atajo y usar un destornillador para meter un clavo en la pared. La experiencia nos enseña que lo podemos hacer, podemos clavar ese clavo. Pero, la mayoría de las veces le hacemos daño al destornillador y el clavo se dobla o no entra bien.
¡Podemos hacer y de hecho hemos hecho lo mismo con Cursillos!
Bonnín nos ha indicado algo que nuestra propia experiencia a constatado: en la ya larga historia del Movimiento, han habido dos maneras de entender y por lo tanto de canalizar y orientar el Movimiento de Cursillos hacia su finalidad:
- Hay quienes creen que la razón de ser y el fin de Cursillos es revitalizar estructuras y organizaciones ya existentes (como parroquias, diócesis, actividades pastorales, organizaciones cívicas y religiosas, etc.). Estas seguirían haciendo lo mismo de siempre pero ahora con un espíritu renovado que explota la energía y el celo apostólico de los que han vivido un Cursillo.
- Otros creemos que en el ecosistema complejo de la Gracia de Dios, el Movimiento de Cursillos necesita su propio espacio o nicho para vivir y ser lo que Dios quiere que sea – con sus propias mínimas estructuras: reunión de grupo, Ultreya y Escuela. Pues estamos convencidos que la dinámica misma de estas convivencias y de las amistades que estas desarrollan hacen posible llevar la Buena Nueva a los lugares más recónditos de la existencia humana: la persona, la familia y la sociedad (E. Bonnín & F. Forteza, “Los Cursillos de Cristiandad, Realidad Aun No Realizada,” p. 25).
Si vamos a ser fieles a la esencia de Cursillos y queremos ser ministros de las gracias que Dios desea comunicar a través del Movimiento, tenemos que ir a la fuente, al carisma que le vio nacer. ¡Tenemos que entender lo que Cursillos es y lo que no es!
Tenemos que continuamente reexaminar y reevaluar lo que hacemos y porqué lo hacemos a la luz de lo que es propio e intencional a Cursillos.
Tenemos que llegar a entender que lo que Cursillos pretende y siempre ha pretendido es poner lo fundamental cristiano al alcance de la persona ordinaria. Lo que quiere es facilitar ese maravilloso encuentro de la persona con el evangelio de Cristo. Tenemos que recordar continuamente que la esencia y el genio de este regalo que es Cursillos consisten en que nunca ha pretendido ni pretende hoy día proponer obras apostólicas concretas.
Lo repito en caso que sea novedad para vosotros: Cursillos no desea promover apostolados ni encausar personas a ministerios. Su propósito no es revitalizar parroquias ni cambiar sistemas mucho menos manipular personas para llevarlos a esos compromisos que por ser comprometedores se convierten en cargas. Tampoco fueron pensados, como se suele decir, “para cargar las baterías” de almas agotadas y cansadas por el duro vivir de la vida moderna.
Cursillos no son ni deben ser una estación de combustible a la que se acude para llenar el tanque y seguir rodando por la vida.
La esencia de Cursillos y lo que definen su finalidad – eso que es el eje nuclear y central – eso que llamamos lo fundamental cristiano y que queremos que más y más personas experimenten, no es, como dice Eduardo Bonnín, “una doctrina que se tiene que saber” sino “una realidad que se tiene que vivir.” Y esa realidad es que Cristo nos ama. ¡DIOS ME AMA A MI! ¿No es esto maravilloso?
En efecto, lo más esencial de ser cristiano es sentirse amado por Dios y vivir en una actitud de constante asombro ante esta verdad. YA QUE LO MÁS GENUINAMENTE CRISTIANO CONSISTE EN DEJARSE AMAR POR DIOS.
Cuando una persona en toda su individualidad, creatividad y libertad experimenta el amor de Dios como la verdad más fundamental de su vida, la persona queda transformada. Porque uno puede vivir su vida a plenitud solo cuando encuentra el sentido de su vida. Cursillos ha propuesto un único medio hacia ese fin: LA AMISTAD. Aún más, es precisamente la amistad su meta: amistad con sí mismo; amistad con Dios y todas sus obras; y amistad con nuestros compañeros en el camino de la vida.
¡Seamos, pues, files administradores! Dejemos que la bella mariposa de Cursillos vuele libremente dejando semillas de evangelio y de amistad en las flores del jardín de la vida. Permitamos que sea lo que Dios quiso: la proclamación alegre de la mejor noticia posible, que Dios nos ama y nos ha reconciliado en Cristo. Permitamos que cumpla su misión usando el mismo medio que Dios usó: la amistad. Para que más y más personas lleguen a aceptarse tal y como son, y descubran que pueden ser mejor, y busquen, en compañía de otros, encontrar su lugar en el Plan de Dios.
Entonces, nuestro mundo quizás comience a asemejarse al paraíso perdido y florecerá cada día más con los colores de la gracia y del amor de Dios mientras que esperamos la venida gloriosa de su Reino.
Extracto del Boletín Nacional. Centro Nacional de Cursillo®