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Francisco: «Dios me da una sana dosis de inconsciencia»

Domingo 07 de diciembre de 2014 | Publicado en edición impresa

Francisco: «Dios me da una sana dosis de inconsciencia»

En la primera entrevista con un medio latinoamericano, habló de la familia, los divorciados vueltos a casar, la reforma de la curia y la Argentina

Por Elisabetta Piqué  | LA NACION

ROMA.- «Dios es bueno conmigo, me da una sana dosis de inconsciencia. Voy haciendo lo que tengo que hacer.» «Una cosa que me dije desde el primer momento fue: «Jorge, no cambies, seguí siendo el mismo, porque cambiar a tu edad es hacer el ridículo».»

Ésas son algunas de las frases que, a punto de cumplir 21 meses de pontificado, el papa Francisco pronunció en una entrevista con LA NACION en su suite de la Casa Santa Marta, el jueves por la tarde.

Relajado y de buen humor, el ex arzobispo de Buenos Aires aprovechó la primera entrevista exclusiva con un medio latinoamericano para hablar, durante 50 minutos, de todo.

Conversó sobre su propia salud y sus viajes, y no evitó las definiciones acerca de los temas polémicos, como los gays, la situación de los divorciados vueltos a casar y el proceso electoral en la Argentina.

Cerca de cumplir 78 años, Jorge Bergoglio tampoco eludió uno de los temas centrales de su papado y, tal vez, el más anticipado desde el propio cónclave que lo eligió, el 13 de marzo de 2013: la reforma de la curia romana, tan cuestionada durante el pontificado de Benedicto XVI. Anticipó que no estará lista el año próximo. Y agregó que, en realidad, es «la reforma espiritual, la reforma del corazón», la que más le preocupa en este momento.

Francisco admitió, además, que «falta mucho todavía» para terminar el trabajo de limpieza en el Vaticano y habló con gran naturalidad de las resistencias que enfrenta y por las que -dijo- no se siente muy preocupado.

«Las resistencias ahora se evidencian, pero para mí es un buen signo que las ventilen, que no las digan a escondidas cuando uno no está de acuerdo. Es sano ventilar las cosas, es muy sano», afirmó, desde la suite que hoy es su hogar en el Vaticano.

Más allá del cansancio después de una jornada intensísima, llena de compromisos y audiencias desde temprano, Francisco, que no perdió ni el acento ni el modo porteño, se mostró accesible y hasta risueño.

A pesar de ese tono, el Papa se refirió a las polémicas de su pontificado, como las que rodearon el último sínodo extraordinario de obispos, en octubre pasado. En su diagnóstico sobre el estado actual de la familia, Bergoglio fue tajante y directo: «Está recontra baqueteada», dijo.

El sínodo dejó en evidencia las divisiones sobre cómo debe enfrentar hoy la Iglesia sus desafíos, en especial la situación de los católicos divorciados vueltos a casar. Francisco se animó a definirlos como «excomulgados de hecho», debido a todas las acciones de las que son excluidos por la Iglesia por estar en esa situación.

«El cardenal alemán Walter Kasper [cercano al Papa y de inclinaciones reformistas] lo que hizo fue decir que busquemos hipótesis, es decir, él abrió el campo. Y algunos se asustaron», explicó.

Para tranquilizar a esos sectores que creen que el sínodo creó confusión, el Papa también recordó que esa asamblea «es un proceso» y que «no se tocó ningún punto de la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio».

«No tengo miedo de seguir el camino de la sinodalidad [palabra que deriva del griego syn, odos, caminar juntos], porque es el camino que Dios nos pide. Es más, el Papa es garante, está ahí para cuidar eso también», dijo.

Francisco tuvo, asimismo, palabras sobre el aluvión de argentinos que viajan a Roma para sacarse la foto con él. Y advirtió que, por las elecciones presidenciales de 2015, decidió no recibir más en privado a políticos, sino tan sólo al término de las audiencias generales de los miércoles en la Plaza San Pedro.

Además, confirmó que, si bien no viajará a la Argentina en julio de 2016 para el Congreso Eucarístico de Tucumán, debido a la cercanía con la Jornada Mundial de la Juventud en Polonia, el proyecto igual es viajar al país ese mismo año, en otro momento. Eso sí, reveló que en 2015 visitará otros tres países de América latina -que prefirió no mencionar- y, por primera vez, África.

Afirmó que el Instituto para las Obras de Religión (IOR), también llamado banco del Vaticano y bajo la lupa durante décadas por sospechas de lavado de dinero e infiltraciones mafiosas, «está funcionando bárbaro».

Francisco concedió la entrevista exclusiva a LA NACION unos pocos días antes de una cita clave en el Vaticano: la fiesta de la Virgen de Guadalupe, patrona de América latina, el 12 de diciembre.

Celebrará el día con una misa solemne en la Basílica de San Pedro, en la que músicos argentinos interpretarán la Misa criolla, compuesta por Ariel Ramírez hace 50 años, un evento histórico para el primer papa del fin del mundo.

Conducirán la Misa criolla el hijo del autor, Facundo Ramírez, y la cantante Patricia Sosa, junto con un coro romano.

«Cuando escuché por primera vez la Misa criolla era estudiante, creo que de teología, pero no recuerdo bien. Y me gustó mucho. Me gustó mucho el «Cordero de Dios», que es de una belleza impresionante. De lo que no me olvido nunca es de que la escuché cantada por Mercedes Sosa», confesó el Papa.

-Para América latina es fuente de orgullo tener al primer papa no europeo. ¿Qué espera usted de la región?

-América latina viene recorriendo un camino desde hace tiempo, desde la primera reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano [Celam], desde la creación del Celam. Monseñor Larraín, el primer presidente del Celam, le dio un gran impulso. Fue la conferencia de Río, después Medellín, después Puebla, Santo Domingo y Aparecida. Son hitos que el episcopado latinoamericano fue haciendo, colegialmente, con metodologías distintas, primero tímidamente. Pero este camino de 50 años no se puede ignorar porque es un camino de toma de conciencia de una Iglesia en América latina y de maduración en la fe. Junto con este camino, se desplegó también una gran inquietud por estudiar el mensaje guadalupano. La cantidad de estudios sobre la Virgen de Guadalupe, sobre la imagen, sobre el mestizaje, sobre el NicanMopoua, es impresionante, es una teología de fondo. Por eso al celebrar el Día de la Virgen de Guadalupe, patrona de América, el 12 de diciembre, y los 50 años de la Misa criolla, estamos conmemorando un camino de la Iglesia latinoamericana.

-Un reciente sondeo en la región [del Pew Research Center] certificó que, más allá del «efecto Francisco», hay católicos que siguen abandonando la Iglesia.

-Conozco la estadística que dieron en Aparecida, es el único dato que tengo. Evidentemente, hay varios factores que intervienen en eso, externos a la Iglesia. Por ejemplo, la teología de la prosperidad inspira muchas propuestas religiosas que atraen gente. Pero luego la gente queda a mitad de camino. Pero dejando afuera lo externo a la Iglesia, me pregunto: ¿cuáles son las cosas nuestras, dentro de la Iglesia, que hacen que los fieles no se sientan satisfechos? Y es la falta de cercanía y el clericalismo. La proximidad es el llamado hoy al católico, a salir y hacernos próximos de la gente, de sus problemas, de sus realidades. El clericalismo, se lo dije a los obispos del Celam en Río de Janeiro, frenó la madurez laical en América latina. Donde los laicos son más maduros en América latina es precisamente en la expresión de la piedad popular. Pero organizaciones laicales siempre estuvieron con el problema del clericalismo. Yo hablé de esto en la «Evangelii Gaudium» [la primera exhortación apostólica del Papa].

-¿La renovación de la Iglesia a la que usted llama apunta también a buscar a estas «ovejas perdidas» y a frenar esa sangría de fieles?

-No me gusta usar esa imagen de la «sangría» porque es una imagen muy ligada al proselitismo. No me gusta usar términos ligados al proselitismo porque no es la verdad. Me gusta usar la imagen de hospital de campaña: hay gente muy herida que está esperando que vayamos a curarle las heridas, heridas por mil motivos. Y hay que salir a curar heridas.

-¿Ésa es la estrategia entonces para recuperar a los que se van?

-No me gusta la palabra «estrategia», sino que hablaría del llamado pastoral del Señor, porque si no, parece todo una ONG… Es el llamado del Señor, lo que hoy le pide a la Iglesia, no como estrategia, porque la Iglesia no hace proselitismo. La Iglesia no quiere hacer proselitismo porque la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción, como dijo Benedicto. La Iglesia tiene que ser un hospital de campaña y salir a curar heridas, como el buen samaritano. Hay gente herida por desatención, por abandono de la Iglesia misma, gente que está sufriendo horrores…

-Usted es un papa que suele hablar de manera directa, lo que le ayuda a dejar en claro el rumbo de su pontificado. ¿Por qué cree que hay sectores que están desorientados, que dicen que la «barca está sin timón», sobre todo después del reciente sínodo sobre la familia?

-Me extrañan esas expresiones. No me consta que las hayan dicho. En los medios, aparece como que las hubieran dicho. Pero, hasta que no le pregunte al interesado: «¿Usted ha dicho esto?», mantengo la duda fraternal. Pero, generalmente, es porque no leen las cosas. Uno sí me dijo una vez: «Sí, claro, esto del discernimiento qué bien que hace, pero necesitamos cosas más claras». Y yo le dije: «Mire, yo escribí una encíclica, es verdad, a cuatro manos, y una exhortación apostólica. C ontinuamente estoy haciendo declaraciones, dando homilías y eso es magisterio. Eso que está ahí es lo que yo pienso, no lo que los medios dicen que yo pienso. Vaya ahí y lo va a encontrar y está bien claro; «Evangelii Gaudium» es muy clara».

-En los medios, algunos hablaron del «fin de la luna de miel» por la división que salió a la luz en el sínodo…

-No fue una división tipo estrella contra el Papa; o sea, al Papa de referente no lo tenían. Porque ahí el Papa procuró abrir el juego y escuchar a todos. El hecho de que, al final, mi discurso haya sido aceptado tan entusiastamente por los padres sinodales indica que el problema no era con el Papa, sino que era entre diversas posturas pastorales.

-Siempre que hay un cambio de statu quo, como significó su llegada al Vaticano, es normal que haya resistencias. Después de poco más de 20 meses, esta resistencia, silenciosa al principio, parece ser más evidente…

-La palabra la dijo usted. Las resistencias ahora se evidencian, pero para mí es un buen signo, que las ventilen, que no las digan a escondidas cuando uno no está de acuerdo. Es sano ventilar las cosas; es muy sano.

-¿La resistencia tiene que ver con la limpieza que usted está haciendo, con la reestructuración interna de la curia romana?

-Considero a las resistencias como puntos de vista distintos, no como cosa sucia. Tiene que ver con decisiones que por ahí tomo, eso sí. Claro, hay decisiones que tocan algunas cosas económicas, otras más pastorales…

-¿Está preocupado?

-No, no estoy preocupado, me parece todo normal, porque sería anormal que no existieran puntos divergentes. Sería anormal que no saliera nada.

-¿Terminó el trabajo de limpieza o sigue?

-No me gusta hablar de «limpieza». Diría de hacer marchar la curia en la dirección que las congregaciones generales [las reuniones que anteceden al cónclave] pidieron. No, para eso falta mucho todavía. Falta, falta. Porque, en las congregaciones generales precónclave, los cardenales pedimos muchas cosas y hay que seguir adelante en todo eso…

-¿Lo que se encontró haciendo limpieza es peor de lo que se esperaba?

-Primero, no me esperaba nada. Esperaba volverme a Buenos Aires [risas]. Y después creo que, no sé, Dios en eso es bueno conmigo, me da una sana dosis de inconsciencia. Voy haciendo lo que tengo que hacer.

-Pero ¿cómo anda el trabajo en curso?

-Bueno, es todo público, se sabe. El IOR [Instituto para las Obras de Religión] está funcionando fenómeno y se hizo bastante bien eso. Lo de la economía está yendo bien. Y la reforma espiritual es lo que en este momento me preocupa más, la reforma del corazón. Estoy preparando la alocución de Navidad para los miembros de la curia; voy a tener dos saludos navideños, uno con los prelados de la curia y otro con todo el personal del Vaticano, con todos los dependientes, en el Aula Pablo VI con sus familias, porque ellos también llevan adelante las cosas. Los ejercicios espirituales para prefectos y secretarios son un paso adelante. Es un paso adelante que estemos seis días encerrados, rezando y, como el año pasado, lo vamos a volver a hacer en la primera semana de Cuaresma. Vamos a la misma casa.

-La semana que viene vuelve a juntarse el G-9 [el grupo de 9 cardenales consultores que lo ayudan en el proceso de reforma de la curia y en el gobierno universal de la Iglesia]. ¿Para 2015 va a estar lista la famosa reforma de la curia?

-No, el proceso es lento. El otro día tuvimos una reunión con los jefes de dicasterios y se presentó la propuesta que hicieron de juntar los dicasterios de Laicos, Familia, Justicia y Paz. Y hubo discusión ahí, cada uno expresó lo que le parecía, y ahora esto vuelve al G-9. Es decir, la reforma de la curia lleva mucho tiempo, es la parte más compleja…

-¿Es decir que no va a estar lista en 2015?

-No, se va haciendo de a pasitos.

-¿Es cierto que un matrimonio podría estar al frente de este nuevo dicasterio que juntaría los Pontificios Consejos de los Laicos, de la Familia y de Justicia y Paz?

-Puede ser, no sé. Al frente de los dicasterios o de la secretaría va a estar la gente más apta, sea hombre, mujer, o matrimonio…

-Y no necesariamente cardenal u obispo…

-Arriba, en un dicasterio como la Congregación para la Doctrina de la Fe, el de Liturgia o en el nuevo que juntará a Laicos, Familia y Justicia y Paz, siempre va a estar al frente un cardenal. Conviene que sea así por la misma cercanía con el Papa como colaborador en ese sector. Pero ya los secretarios de dicasterio no tienen por qué ser obispos, porque un problema que hay acá, cuando uno tiene que cambiar un secretario-obispo es ¿dónde lo manda? Tiene que buscar una diócesis, pero a veces no son aptos para una diócesis, sino que son aptos para ese trabajo. Sólo nombré a dos obispos secretarios: el secretario del governatorato, para nombrarlo párroco de todo esto, y el secretario del sínodo de obispos, para lo que significa la episcopalidad allí.

-Fue un año intenso: muchos viajes importantes, el sínodo extraordinario, la oración por la paz por Medio Oriente en los jardines del Vaticano… ¿Cuál fue el mejor momento y cuál, el peor?

-No sabría decirlo. Todos los momentos tienen algo bueno y algo que por ahí no es tan bueno, ¿no? [silencio]. Por ejemplo, el encuentro con los abuelos, con los ancianos, fue de una belleza impresionante.

-Estaba Benedicto también…

-Me gustó mucho ese encuentro, pero no fue el mejor porque todos son lindos. No sé, no me sale eso, no se me ocurrió pensar eso.

-Y de ser Papa, ¿qué es lo que más le gusta y qué lo que más le disgusta?

-Una cosa, y esto es verdad y esto lo quiero decir: antes de venir acá, me estaba retirando. O sea, cuando volviera a Buenos Aires, había quedado con el nuncio de hacer la terna ya para que, a fin de ese año [2013], asumiera el nuevo arzobispo. Tenía la cabeza enfocada en los confesionarios de las iglesias donde iba a ir a confesar. Incluso estaba el proyecto de pasar dos o tres días en Luján y el resto en Buenos Aires, porque Luján a mí me dice mucho, y las confesiones en Luján son una gracia. Cuando vengo acá, tuve que volver a empezar con todo esto nuevo. Y una cosa que me dije desde el primer momento fue: «Jorge no cambies, seguí siendo el mismo, porque cambiar a tu edad es hacer el ridículo». Por eso he mantenido siempre lo que hacía en Buenos Aires. Con los errores, por ahí, que eso puede suponer. Pero prefiero andar así como soy. Evidentemente, eso produjo algunos cambios en los protocolos, no en los protocolos oficiales porque esos los observo bien. Pero mi modo de ser aun en los protocolos es el mismo que en Buenos Aires, o sea que ese «no cambies» me cuadró bien la vida.

-A la vuelta de Corea del Sur, ante una pregunta, dijo que esperaba en dos o tres años «ir a la casa del Padre» y mucha gente se quedó preocupada por su estado de salud, pensando que estaba enfermo o algo por el estilo. ¿Cómo está? ¿Cómo se siente? Se lo ve bárbaro…

-Tengo mis achaques y a esta edad los achaques se sienten. Pero estoy en manos de Dios, hasta ahora puedo llevar un ritmo de trabajo más o menos bueno.

-Un sector conservador en Estados Unidos cree que usted lo echó al cardenal tradicionalista norteamericano Raymond Leo Burke del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica por ser el líder de un grupo de resistencia a cualquier tipo de cambio en el sínodo de obispos… ¿Es verdad?

-El cardenal Burke un día me preguntó qué iba a hacer, ya que aún no había sido confirmado en su cargo, en la parte jurídica, y estaba con la fórmula de donec alitur provideatur («hasta que se disponga otra cosa»). Y le dije: «Deme un poco de tiempo porque se está pensando en una reestructuración jurídica en el G-9», y le expliqué que todavía no había nada hecho y que se estaba pensando. Y después surgió lo de la Orden de Malta y ahí hacía falta un americano vivo, que se pudiera mover en ese ámbito y se me ocurrió él para ese cargo. Y se lo propuse mucho antes del sínodo. Y le dije: «Esto va a ser después del sínodo porque quiero que usted participe en el sínodo como jefe de dicasterio», porque como capellán de Malta no podía. Y bueno, me agradeció mucho, en buenos términos y lo aceptó, hasta le gustó me parece. Porque él es un hombre de moverse mucho, de viajar y ahí va a tener trabajo. O sea que no es cierto que lo eché por cómo se había portado en el sínodo.

-¿Tiene planes para su 78° cumpleaños, el 17 de diciembre próximo? Lo festejará con losbarboni [sin techo] como el año pasado?

-A los barboni yo no los invité, me los trajo el limosnero ¿eh? Y fue un buen gesto y ahí también se hizo el mito de que yo había desayunado con los barboni. Pero yo desayuné con todo el personal de la casa y estaban los barboni ahí. Son de esas cosas folklóricas que me cuelgan ahí… Como cae un día que no tengo misa abajo en la capilla, porque es miércoles y hay audiencia general, vamos a almorzar juntos todos los empleados de la casa. Para mí, va a ser un día totalmente normal, como todos los demás..

Lo que nadie ha contado hasta ahora de la sorprendente vida desconocida de Bergoglio

Lo que nadie ha contado hasta ahora de la sorprendente vida desconocida de Bergoglio

El cardenal Bergoglio en el metro de Buenos Aires

Actualizado 18 marzo 2014

La elección de Jorge Mario Bergoglio como Papa y la impronta que está dejando su personalidad en la Iglesia han desvelado al mundo un hombre de carisma pocas veces visto.

El periodista argentino Armando Rubén Puente ahonda en los orígenes de su personalidad y formación y nos acerca a momentos decisivos, pero aún poco conocidos, en la vida de Francisco. Verdaderas historias inéditas de su vida “oculta” contadas en el libro La vida oculta de Bergoglio (LibrosLibres).

Incógnitas de su «destierro» que se resuelven…
Uno de los misterios que ha rodeado la vida del nuevo Papa Francisco han sido los años que pasó «oculto» en la provincia de Córdoba (Argentina). Bergoglio padeció en Córdoba una grave y prolongada crisis interior.

Armando Rubén Puente desvela lo que le pasó en ese «destierro» en Córdoba tras dejar de ser Provincial para Argentina de la Compañía de Jesús:

«Al cumplir sus 52 años Bergoglio se vio confinado, tuvo, como él dice, «un momento de gran crisis interior estando en Córdoba». Una crisis distinta de la de su juventud, motivada por las lecturas marxistas que le daba su jefa de laboratorio, que estuvo a punto de poner a prueba sus creencias, o de la que tuvo al regresar de Santiago de Chile y enamorarse. Una crisis más grave.
Entonces recordó lo que decía San Ignacio de Loyola: «Dado por supuesto que en la desolación no debemos cambiar los primeros propósitos, aprovecha mucho reaccionar intensamente contra la misma desolación como, por ejemplo, insistir más en la oración y meditación, en examinarse mucho, y en alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia».

Muchas horas delante del Santísimo
»En la habitación que se le había asignado en la residencia, la número 5 y en la capilla, ante el Santísimo, pasó muchas horas recordando su infancia, sus padres y sus abuelos inmigrantes.

»»No quería más que dedicarse a orar y pensamos que estaba medio enfermo», dice el padre Carlos Carranza. El padre Jose Antonio Sojo, director de la residencia, preocupado y sabiendo que dormía poco y mal, le ofreció cambiarlo de habitación a una interior, para que no le molestara el ruido de la calle y pudiera descansar, pero Bergoglio no quiso.

Preocupación por la salud del Padre Bergoglio
»»Yo tengo un hermano jesuita, Pablo, y frecuentaba mucho la casa de la Compañía, atendiendo a los sacerdotes que estaban enfermos», dice la doctora Selva Tissera. «Estaba preocupada por la salud y estado emocional del padre Bergoglio y por eso le traje de México una medalla de la Virgen de Guadalupe, que compré cuando visité el santuario de la Patrona de América. Cuando se la di, Bergoglio se emocionó al punto de que se le empañaron los ojos y se la colgó al cuello».

Un corazón dolido… necesitado de perdonar
»Jorge Bergoglio sabía que su problema era «que tenía el corazón dolido, herido, rencoroso, incapaz de perdonar».

»Sabía que «hay cosas que no se pueden borrar y que perdonar es mirarlas desde otra óptica, redimensionar la ofensa, esa llaga», que «el fundamento de todo perdón es imitar a Dios», que «aunque no podamos disimular o pasar por alto una ofensa, como hace Él en su perfección y santidad infinita, lo que si podemos es dejar pasar un poco el tiempo, aguantar el dolor, padecer con paciencia la ofensa, el agravio, la injusticia, hasta que llegue el momento en que —con la ayuda de Dios— mudemos el corazón, cambiemos el corazón de piedra en uno de carne, como dice el profeta Ezequiel, como Dios quiere. Es un trabajo que solo Él puede hacer en la medida que uno se ponga a tiro, con ese esfuerzo ascético de pedir perdón, de reconocer mis culpas, que había fallado, en lugar de intentar cobrar las cosas que podían haberme hecho».

»Como ha repetido muchas veces «Dios nos perdona, nos asegura que puede sacarnos de la trampa en la que hemos caído, estamos enredados, por nuestra falta, error o pecado, Dios nunca se cansa de perdonarnos, pero nosotros nos cansamos de pedir su perdón, de recibir su perdón y de perdonar».

Sentía que estaba en el exilio
»Bergoglio sentía que estaba en el exilio hasta que se dio cuenta de que era «una mala nostalgia, en la que se retrotrae a los ajos y las cebollas de Egipto, se vuelve atrás y se pierde la esperanza, una mala nostalgia fundada en la recuperación romántica de la memoria, transformada en recuerdo».

»»Todos queremos volver a un tiempo de nuestro pasado y rehacerlo, pero no se puede. Desde joven la vida me puso en cargos de gobierno; recién ordenado sacerdote fui designado maestro de novicios y dos años después provincial2.

Confesor durante dos años
»»Durante dos años fui confesor en la residencia de Córdoba, que está en pleno centro, al lado de la universidad. Ahí se confiesan los profesores, los estudiantes universitarios y gente de los barrios, que cuando va a hacer alguna cosa en el centro aprovecha para confesarse, porque el cura de su parroquia no tiene tiempo el domingo porque tiene que decir muchas misas. Noté que entre ellos había gente que se confesaba bien, es decir que no perdía tiempo en digresiones, sino que decía lo que tenía que decir. Jamás decía una cosa que no fuera un pecado. No alardeaba. Hablaba con mucha humildad. Un día le pregunté a una de esas personas de donde era. Y era del Valle de Traslasierra. La memoria de cómo enseñaba el cura Brochero que debía hacerse seguía viva casi un siglo después de que les diera las catequesis. La piedad popular se me manifestaba como la memoria de un pueblo interpretada en un esquema deuteronómico».

»En los dos años dedicado casi exclusivamente a meditar, orar y confesar, Bergoglio experimentó la misericordia y conoció los grandes sufrimientos de muchos que acudían confesarse, mujeres que habían abortado, prostitutas, y otras muchas personas castigadas por circunstancias de la vida. Conoció un mundo distinto a aquel en el que se había movido durante veinte años y tuvo que aprender una pastoral diferente.

Un corazón en paz para no maltratar a los fieles
»Para confesar —dijo años después— se requiere que «el corazón del sacerdote esté en paz que no maltrate a los fieles, que sea humilde benevolente y misericordioso; que sepa cómo sembrar esperanza en el corazón y, sobre todo, que sea consciente de que el hermano o la hermana que se acerca al sacramento de la reconciliación busca el perdón y lo hace cómo hacían tantas personas con Jesús: para que les cure».

Una grave y prolongada crisi interior
»Como sabemos, él lo ha dicho, Bergoglio padeció en Córdoba una grave y prolongada crisis interior, en la que probablemente pensaba cuando en unos Ejercicios Espirituales que dio en La Plata en 1990 dijo hablando del hombre que padece una doble soledad: «Por una parte siente la soledad respecto a los demás hombres, es un extraño en el camino. Por otra parte le es dado saborear la amargura de la soledad ante Dios. Está doblemente marginado de Dios y de los hombres y a la vez no puede prescindir ni de Dios, porque lo busca y se siente buscado por él, ni de los hombres porque su misión lo pone en servicio de sus hermanos a quienes busca amar como a sí mismo».

Siguiendo a San Ignacio
»En otro momento recordó la exhortación de San Ignacio que dice a sus jesuitas: «El que está en desolación trabaje de estar en paciencia, que es contraria a las vejaciones que le vienen y piense que será pronto consolado».

Transitar la vida con paciencia…
»»Jesús entró. A veces la vida nos lleva no a hacer sino a padecer, soportando, sobrellevando, nuestras limitaciones y las de los demás. Transitar la paciencia es dejar que el tiempo paute y amase nuestra vida. Debemos transitar en paciencia, sobre todo ante el fracaso y el pecado, cuando nos damos cuenta de que quebramos nuestro propio límite. Es un claudicar de la pretensión de querer solucionarlo todo. Hay que hacer un esfuerzo, pero en-tendiendo que uno no lo puedo todo. Hay que relativizar la mística de la eficacia. La paciencia cristiana no es quietista o pasiva, sino implica soportar, soportar, sobrellevar en los hombros la historia».

Lo calumniaron y murmuraron contra él
»La paciencia es una virtud buscada por Bergoglio, que se apoya en ella en muchas ocasiones de su vida, cuando fue juzgado temerariamente, lo calumniaron y murmuraron contra él, le cerraron puertas, le levantaron obstáculos .

De Provincial a marginado…
»Después de haber iniciado a los 36 años su carrera como el más joven de los provinciales de la Compañía, se había convertido en un marginado, un exiliado, un desterrado. En esos años oscuros «hizo su master como pastor, que fueron clave para la formación de ese corazón de pastor que lo ha convertido en un líder espiritual tan distinto a otros y tan cercano a la gente» dice E. Himitian.

Con el Papa Francisco los laicos no podemos seguir como si nada pasara, dice autoridad vaticana

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BUENOS AIRES, 14 Mar. 14 / 03:09 am (ACI/EWTN Noticias).- “La elección de Francisco es un hecho que tiene una carga interpelante para nosotros, porque el hecho de que el Papa venga de América Latina no es sólo motivo de legítimo orgullo”, señaló el Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina (CAL), Guzmán Carriquiry Lecour, y subrayó que “no podemos seguir viviendo como si nada de nada hubiera acontecido”.

Carriquiry destacó que la elección del Santo Padre “¡también recarga a los pastores y a los laicos de nuevas exigencias y nuevas responsabilidades! La providencia de Dios pone a la Iglesia en América Latina y a los pueblos de estas latitudes en una nueva prueba, y tenemos que estar al nivel de las exigencias”, además el “papel de los laicos es insustituible allí donde hay que transformar las estructuras y ordenarlas según el Evangelio”.

La autoridad vaticana que visita la ciudad de Buenos Aires (Argentina) para hablar de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium y los desafíos que afronta el continente, sostuvo en una entrevista a la Agencia AICA que según su análisis el Pontífice pide a los católicos “a tomarse en serio la verdad y la belleza de la experiencia cristiana”.

“La primera pregunta que tenemos que hacernos, si consideramos este hecho inédito y muy en serio, es: ¿qué es lo que Dios me está mostrando, diciendo y pidiendo?, ¿qué quiere Él que cambie en la vida comunitaria y en mi vida personal? Es una pregunta que tienen que hacerse los pastores obispos, los pastores sacerdotes y los laicos”, reflexionó Carriquiry.

Al enfatizar el deseo del Papa con los laicos, dijo que “los quiere mucho más copartícipes de toda la vida y la misión de la Iglesia; los quiere que crezcan como discípulos y vuelquen su testimonio y anuncio como discípulos misioneros, que son el sujeto fundamental que los obispos tuvieron presente en Aparecida, y a quienes el Papa les dirige las grandes directivas de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium”.

Explicó que el Santo Padre desea también que los laicos tengan participación en los consejos pastorales parroquiales y diocesanos pero sobre todo “quiere que sean protagonistas en aquellos lugares donde está la vida y el destino de las personas, las familias y los pueblos. Quiere que vayamos al encuentro de las periferias de la sociedad y de la existencia”.

El Papa “está llamando a un radicalismo cristiano. En su lenguaje muy especial, de vez en cuando nos va castigando con la referencia a los cristianos tibios, mediocres, sin esperanza, derrotistas, o de pastelería. Pero al mismo tiempo nos está llamando a asumir el cristianismo con todo el radicalismo que eso implica, en el contexto de una sociedad que se está descristianizando”.

Carriquiry resaltó lo dicho agregando que es por eso que el pontífice “le dice a los jóvenes tan a menudo que remen a contracorriente, pero al mismo tiempo es un signo de la inaudita novedad del Evangelio de siempre”.

“Muchas veces, no sólo los sacerdotes son excesivamente clericales, sino a veces los laicos lo son más aún. Por eso creo que ha habido una desproporción entre los muchos laicos que trabajan, colaboran y sostienen muchos ministerios, y aquellos escasos laicos que coherentemente con su fe están abriendo caminos del Evangelio en el campo de la política, de la economía, de la cultura, del sindicato, de la universidad y los medios de comunicación”, expresó.

Al ser consultado si más laicos asumirán cargos dentro de la Iglesia, Carriquiry respondió que “ojalá” y añadió “ciertamente va a haber más laicos que asuman responsabilidades importantes en el seno de la Curia Romana. Eso servirá como testimonio que invite a los obispos, a las conferencias episcopales y a las Iglesias diocesanas a tener en cuenta una coparticipación responsable de los laicos en la vida misma de la Iglesia y su construcción”.

“No solo habrá laicos varones; también se necesitan laicas mujeres. La Iglesia necesita que el genio femenino se exprese también en todos los niveles de la Iglesia donde sea posible. Pienso que es el pueblo de Dios que tiene que crecer en la corresponsabilidad de todos sus miembros, que son miembros del Cuerpo de Cristo”, subrayó.

En cuanto al papel de los Obispos manifestó que el Papa dice que los pastores “irán delante de su Pueblo iluminando los caminos; también atrás, acompañando a los rezagados, y en el medio acompañando los anhelos, sufrimientos y esperanzas mientras se anuncia el Evangelio de Jesucristo. Creo que vamos a tener muchos signos en estos pontificados de reconocimiento y de aliento a ese protagonismo de los laicos en la vida de la Iglesia”.

Reflexionó que el Santo Padre está mostrando lo que quiere en concreto para los latinoamericanos, y es “un salto de calidad en nuestra fe, que tiene que ser anunciada desde una mucho mayor proximidad, familiaridad y compenetración afectiva, que solo lo da el amor con la vida del propio pueblo, a la escucha de sus clamores, de sus necesidades, de sus problemas”, y enfatizó “eso es lo que está pidiendo especialmente a los pastores”.

Afirmó que el Pontífice siempre pide la conversión personal y después pide conversión pastoral, es decir, “superar toda autorreferencialidad, todo ensimismamiento y salir de nuestras capillas lucientes para compartir el Evangelio con nuestro pueblo. Quiere una conversión de nuestras estructuras, que si no se volverán caducas”.

“Finalmente, nos pide una conversión misionera: el Papa nos llama a la conversión y el anuncio en las periferias societarias y existenciales”, puntualizó.
Carriquiry comentó que el Santo Padre sabiendo que visitaría Argentina le auguró un “buen viaje por el Río de la Plata” y él a su regreso le contará lo que escuchó y vivió en el país gaucho.

Además señaló que al ser el Pontífice un referente para los argentinos, la “atracción al Papa debe transformarse, si aún no es así, en un redescubrimiento de la belleza de ser cristianos”.

“Francisco nos conduce a eso: lo que más quiere para la Argentina es que los argentinos, uno a uno, se reencuentren con Cristo. ¡Que el Pueblo argentino se reencuentre con Cristo en lo mejor de su tradición y sea la piedra angular para la construcción de una nueva Argentina!”, finalizó.

Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza (cfr. 2 Cor 8, 9)

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Queridos hermanos y hermanas:

Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de san Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de san Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a una vida pobre en sentido evangélico?

La gracia de Cristo

Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se “vació”, para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama. La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).

La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice san Pablo— «…para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica. ¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, san Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).

¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros. La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura. La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su “yugo llevadero”, nos invita a enriquecernos con esta “rica pobreza” y “pobre riqueza” suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).

Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.

Nuestro testimonio

Podríamos pensar que este “camino” de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.

A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual. La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente. Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.

El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza! Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.

Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.

Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.

Vaticano, 26 de diciembre de 2013

Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir

FRANCISCO

Fuente: Libreria Editrice Vaticana

Insta el Papa Francisco a evitar los chismes

Francisco I

Ciudad del Vaticano, 16 Feb (Notimex).- El Papa Francisco instó hoy a evitar los chismes y no caer en la tentación de usar una “lengua de víbora”, porque las habladurías pueden “matar” la fama de las personas y envenenar también a quienes las alimentan.

 

Ante miles de personas que abarrotaron la Plaza de San Pedro del Vaticano con motivo de su bendición dominical por el Angelus, Francisco dijo estar convencido de que si los hombres se proponen evitar los chismes se pueden volver santos.

 

“También las palabras pueden matar, por lo tanto no sólo no debemos atentar contra la vida del prójimo, tampoco lanzar sobre él el veneno de la ira y golpearlo con la calumnia”, indicó desde la ventana de su estudio personal en el Palacio Apostólico.

 

Desde aquella ventana e improvisando se comunicó con la plaza pidiendo a todos a proponerse no vivir “rodeados” por los chismes y preguntó: “¿Lo creen o no? ¿Están de acuerdo? Entonces decidamos hacer este propósito de evitar los chismes”.

 

Su reflexión partió de un pasaje bíblico en el cual Jesús sostuvo no haber venido a la tierra para abolir la ley o los profetas, sino a dar cumplimiento a sus indicaciones.

 

Por eso precisó que Cristo no quiso cancelar los mandamientos, sino que se empeñó llevarlos a su plenitud desde el amor, sin dar importancia simplemente a la observancia disciplinar y a la conducta exterior.

 

Apuntó que él se dirigió a la raíz de la ley, tomando en cuenta sobre todo a la intención y, por lo tanto, el corazón del hombre, el origen de las propias acciones buenas o malvadas.

 

“Para obtener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas jurídicas, sino se necesitan las motivaciones profundas, expresión de una sabiduría oculta, la sabiduría de Dios”, indicó el pontífice.

 

“Jesús propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es la de no tener medida, de ir más allá de todo cálculo”, apuntó.