Intervención de Eduardo Bonnín
Asamblea General del Consejo Pontificio de los Laicos.
Roma, 21-23 de septiembre de 2006
La contribución de los Cursillos de Cristiandad en la renovación de la parroquia No tengo más mérito que haber sido testigo de lo vivido por mi mismo desde la primera hora hasta la presente, es decir en toda una andadura de más de sesenta años del Movimiento de Cursillos de Cristiandad.
El cursillo de cristiandad, por la gracia de Dios, las oraciones de muchos y la firme voluntad de unos pocos, va consiguiendo que el hombre y la mujer tomen consciencia de ser personas y por tanto de tener la facultad receptiva para poder captar la buena noticia de que Dios en Cristo nos ama.
Es que cuando la persona humana se encuentra con el espíritu de Dios, cree en Él y trata de corresponder a su invitación, cambia de óptica, de enfoque, de horizonte y de perspectiva, y encuentra sentido al vivir.
Cuando acaba un cursillo Cristo puede contar con unos cristianos que saborean lúcidamente y con alegría, la gracia de estar bautizados y de ser cristianos. Son cristianos nuevos o mejor dicho renovados porque han comprendido la gracia de serlo en espíritu y en verdad.
No es extraño que los cursillistas, nos sintiéramos especialmente interpelados por el Decreto Conciliar sobre el apostolado de los seglares, cuando leíamos: “Los seglares ejercen su múltiple apostolado tanto en la Iglesia como en el mundo…Los seglares de verdadero espíritu apostólico suplen lo que falta a sus hermanos y devuelven a la Iglesia a los que quizá estaban alejados”.
A la vez que entendimos con cuanta razón ese Pontificio Consejo de los laicos advertía, sintonizando con el mentado Decreto Conciliar “La estructura parroquial se muestra a la vez demasiado estrecha y demasiado vasta para satisfacer las necesidades de la pastoral y de la formación del conjunto de los fieles”.
Al tiempo que sintonizamos con el Sínodo de los obispos cuando urgía a las parroquias que fuesen verdaderamente misioneras, ya que ni el párroco puede seguir personalmente a todos sus feligreses, ni los feligreses desenvuelven su vida en el mero ámbito parroquial.
Nos fortalecen y animan las palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II pronunciadas en la 4ª Ultreya Nacional de Cursillos de Italia. “Vuestro Movimiento os pide ser fermento en la “masa” del mundo”.
Igualmente nos alienta el lema que Su Santidad eligió para la II Ultreya Mundial en Roma: “Evangelizar los “ambientes”: un desafío para los Cursillos de Cristiandad”. Porque esa “masa” y “ambientes”, ya fue la meta y finalidad de los Cursillos desde sus albores.
Porque esa “masa” y “ambientes”, ese mundo, especialmente el de los alejados, es el lugar donde Cursillos centra y lleva a cabo su acción apostólica.
Tras lo expuesto, la contribución de cursillos a la renovación de la Parroquia la concibo empezando por subrayar que nuestro Movimiento desde sus inicios tiene una clara visión del papel del laicado en la acción misionera de la Iglesia, objetivo apostólico de todo bautizado, y en el que han de converger la persona, el Evangelio y el mundo en que nos ha tocado vivir.
Una concepción orientada sobre todo en la perspectiva del acercamiento de los alejados, los cuales generalmente son los que mejor captan la identidad entre su ansia de felicidad y la vida de Cristo, en cuanto que la ven realizándose en otros cursillistas en los que encuentran enseguida unos verdaderos amigos.
Y es que cuando los alejados captan la Buena Nueva, su ausencia de previos corsés histórico-religiosos hace aflorar en ellos una creatividad evangélica asombrosa.
Con lo que generan un ambiente en el que esta creatividad evangélica no se ve coartada, sino fomentada.
Esa y no otra es la motivación para que el encuentro con los alejados no fracase. Se trata de un ambiente clave que ha de estar basado en la amistad en su doble vertiente, de intimidad en el grupo y de universalidad en la Ultreya.
En cursillos lo que hemos querido siempre y en lo que estamos gozosamente empeñados por fidelidad a nuestras ideas y carisma fundacionales, es en el entronque y en la alineación con la más genuina pastoralidad eclesial, proclamando ser el Movimiento que no tiene otra espiritualidad que la de la Iglesia misma.
Todo ello en coherencia con que cursillos no es el fruto de una busca empírica, sino de una intuición que progresivamente se ha ido transformando en un instrumento maravilloso cuyas bases profundas están radicadas en el Evangelio, certificadas por el Concilio y alentadas por los últimos Pontífices.
Pienso que los Cursillos se sitúan más allá del apostolado individual que el Vaticano II ratificara como esencial en la vida del laico que tiene fe, pero más acá del apostolado coasociado que parece a muchos la alternativa vocacional más recomendable. Creo que los cursillos no son ni deben ser una organización ni una comunidad con fines específicos, aunque algo tengan de una y de otra.
Estimo que los cursillos son masiva y naturalmente un movimiento seglar, pero sin ser exclusivamente de seglares, como resulta evidente para quien los haya vivido en una perspectiva de creativa complementariedad dialéctica entre seglares y sacerdotes.
En cuanto al reclutamiento de cursillistas, en especial de los que recientemente hicieron el cursillo, de parte de ciertos párrocos, en orden a incorporarlos a diversas tareas o campos de apostolado parroquial específicos, como de catequesis, acción social, atención a enfermos u otros ministerios, considero que tales requerimientos de sí, no van a constituir un avance en el ser cristiano del cursillista en cuestión, máxime cuando la incardinación de nuevos cauces eclesiales le restarán tiempo para su acción cristiana básica dentro de su cotidiano vivir, que es dar testimonio de Cristo en el lugar en que el Señor lo ha plantado.
Por lo demás, el cursillista como todo hombre, tiene la imperiosa necesidad de ser comprendido, esto es, de ser y de sentirse amado.
Es una pena que no se caiga en la cuenta de que el empleo automático de los convertidos en esa pastoralidad así entendida, haya venido privando a la genuina pastoral de la parte más humana, más espontánea y más en punta de la sociedad y por tanto de la que tiene más base para ir logrando ser íntegramente cristiana.
Lo más novedoso del Cursillo es que lanza al seglar al apostolado en su pista específica y con su normal peculiar estilo, el suyo, el que Dios le ha dado, impulsándolo a la gozosa aventura de simplificar y facilitar el camino para ir encontrándose consigo mismo y para que desde sí mismo, vaya descubriendo que el encuentro con Cristo y con los hermanos puede irse dilatando y convirtiéndose en amistad, a medida que se va haciendo realidad en la Reunión de Grupo y en la Ultreya.
Por más que es justo reconocer que a la sombra de la parroquia y de muchas asociaciones han podido crecer, desarrollarse y madurar muchos hombres, mujeres, jóvenes y niños, para la gloria de la Santa Iglesia. Y de ello existen personas que son argumentos vivos a favor de la fecundidad eficiente de la parroquia.
Quiero remarcar que el tipo de comunidad que hoy necesita el mundo y por tanto la Iglesia, tiene que ser enucleado y aglutinado por la gratuidad, por el más interesado desinterés; el tomar en serio a cada una de las personas por lo que son, por el hecho de ser personas, no por lo que tienen, ni por lo que saben, ni por lo que pueden, ni siquiera por lo que puedan colaborar en la Iglesia, ya que todo ello impide que se pueda transparentar con la máxima diafanidad la ternura de Dios, pues el sentido de la realidad coincide con el sentido del Evangelio, que es el amor. Es incomprensible entender la pretensión de quienes quisieron quitar al seglar todo el rol que el Movimiento de Cursillos le ha dado. Es como querer cortar uno de los tallos más vivos que el Evangelio vivido por sacerdotes y seglares ha conseguido en la Iglesia, perseverando y creciendo en Cristo mediante la amistad vivida de modo personal en la Reunión de Grupo y comunitariamente en la Ultreya, con los que el Movimiento de Cursillos de Cristiandad cuenta específicamente para poder madurar y crecer.
La Reunión de Grupo, que es la amistad llevada al terreno sobrenatural que crea una circunstancia que va posibilitando en la vida la vivencia auténtica, continua y progresiva de lo fundamental cristiano, donde se da el contacto con los hermanos para que lo mejor de cada uno llegue a los más posibles.
Mi voto por la esperanza.
Acabo haciendo mías estas palabras del Papa Ratzinger, en Informe sobre la fe: “Lo que a lo largo y ancho de la Iglesia universal resuena con tonos de esperanza, es la floración de nuevos Movimientos que nadie plantea ni convoca y surgen de la intrínseca vitalidad de la Iglesia. Encuentro maravilloso que el Espíritu sea una vez más, más poderoso que nuestros proyectos… La renovación es callada, pero avanza con eficacia”.
Eduardo Bonnín
Roma, 23 de septiembre de 2006