MANIFIESTO, LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD, REALIDAD AUN NO REALIZADA

Eduardo Bonnín y Francisco Forteza

ÍNDICE

INTRODUCCIÓN.

HISTORIA Y LEYENDA.

EL PRINCIPIO DEL PRINCIPIO.

PRIMERAS REALIDADES.

DOS ENFOQUES DE LA FINALIDAD.

“NO ES ESO, NO ES ESO”.

CONCLUSIÓN.

INTRODUCCIÓN

(Elaborada y suscrita por el Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad de Mallorca)

Al prologar el texto «Los cursillos de Cristiandad, realidad aún no realizada», en el Secretariado Diocesano de Cursillos de Cristiandad de Mallorca nos sentimos gozosamente obligados a recordar que somos herederos directos de aquel primer Secretariado que en el mundo fué, designado en 1954, por el entonces Obispo de Mallorca, Monseñor Hervás, que reunía como Delegado Episcopal a D. Pedro Rebassa, como Director Espiritual a D. Juan Capó, como Presidente a Pedro Sala, como Vocal de Hombres a Gabriel Estelrich y como Vocal de los Jóvenes a Eduardo Bonnín.

Aquel Secretariado fué un paso esencial en la Historia de los Cursillos. Significó el despegue del Movimiento respecto de la Acción Católica, fermento primero y cobijo hasta entonces de los iniciadores de los Cursillos. Significó también, a través de su entronque con la Jerarquía y de su funcionamiento autónomo, que la Iglesia reconocía y asumía el Movimiento en su integridad y con su singularidad. Era una nueva expresión del apoyo que Monseñor Hervás, dio desde su llegada a la Isla, a las inquietudes seglares que después se narran en el nuevo escrito de Bonnín – Forteza. La presencia pastoral y el apoyo humano y doctrinal del Dr. Hervás, fueron tan decisivos en las primeras horas como después lo serían sus documentos y muy singularmente su Obra «Los Cursillos de Cristiandad, instrumento de renovación cristiana».

Este apoyo de la Iglesia visible a los Cursillos, desde sus primeros pasos se tradujo ya desde 1949 en la integración en el Consejo Diocesano de los Jóvenes de Acción Católica de la Isla (desde donde actuában entonces los iniciadores seglares de los Cursillos), primero cono Vice-Consiliario y después como Consiliario, de D. Juan Capó, sin cuyo aporte personal y doctrinal no es posible concebir lo que los Cursillos han llegado a ser.

Aunque el escrito que sigue contiene alusiones históricas, no es una historia de los Cursillos, por lo que decepcionaria quien así lo encarara. Es, simplemente, la historia de una inquietud; y esta inquietud consideramos que ha sido y seguirá siendo parte esencial de la verdad y la historia de los Cursillos.

Nos parece válida y digna de meditarse la preocupación que transpira «Los Cursillos de Cristiandad, realidad aún no realizada». Es un texto apasionado que opta siempre por la persona y por el Evangelio, frente a su instrumentalización o su reducción a estructuras inertes.

No es tampoco este documento un estudio teórico y aséptico. Estamos seguros de que si su propósito fuera éste, sus autores hubieran matizado más y completado algunas de sus afirmaciones. Es un texto vivo, que sin duda sembrará la inquietud y la esperanzaa que se propone crear. Podríamos decir que no quiere ser un tratado de medicina, sino un medicamento.

Por nuestra parte, como Secretariado, seguiremos empeñados en que la realidad de los Cursillos llegue a realizarse plenamente, en línea con quienes nos antecedieron, impulsando todas las iniciativas válidas, y entre ellas este «Manifiesto», que creemos lúcido y oportuno, y que sabemos sobre todo, que responde a la ya larga experiencia se sus autores en estas lides, con quienes tantas horas, gozos y contradicciones hemos compartido.

Por el Secretariado Diocesano
de Cursillos de Cristiandad de Mallorca,
Antonio Bernat, Coordinador

HISTORIA Y LEYENDA

Conforme van sucediendo los hechos, acontecimientos y situaciones, se va tejiendo el cañamazo de la Historia. Cuando lo que acaece es algo relevante, no corriente o insólito se suele polarizar la atención de la opinión pública que automáticamente formula sus juicios de valor según criterios plurales y hasta contradictorios.

En torno al acontecimiento o realidad que se sale de los cauces habituales, se forman inevitablemente los criterios y opiniones que desembocarán en un vasto espectro de interpretaciones.

Si el hecho es de verdad relevante y significativo, con notoria repercusión en la vida, el cometido de historiarlo objetivamente es sumamente complicado, ya que es normal que proliferen las fantasías, los prejuicios, las leyendas y las “historias”, hasta tal punto que lleguen a eclipsar, u obstaculizar y complicar tremendamente la visión clara y diáfana de la historia verdadera.

Pocas veces es esto tan verdad como cuando se trata de relatar la historia auténtica del Movimiento de Cursillos de Cristiandad.

La verdad de que la Historia la escriben siempre los vencedores, es tal vez tan antigua como la misma Historia, pero la cosa se complica más todavía, cuando se aplica el principio aquel que dice que “cada uno habla de la feria según le va en ella”.

Entonces no puede extrañar que existan distintos relatos y diversas crónicas y cronistas de la misma feria. Y que todos, en sus disquisiciones, enfaticen determinados puntos que les hagan ganar puntos a los ojos de los demás.

A este fin centran la historia en lo que ellos protagonizaron, aun que se trate de sucesos no muy importantes; y aun más relatan los hechos básicos, en que participaron como comparsa o como críticos, insinuando un protagonismo que nunca existió.

La objetividad químicamente pura es casi imposible, pues es distinta la perspectiva de cada uno.

Los que planearon la “feria”, los que la montaron, los que hicieron un buen negocio en ella, los que casi se arruinaron, los que sufrieron algún accidente, los que en ella se pasearon y los que en ella se echaron novia, tienen sin duda una visión y un enfoque muy distinto para enjuiciarla.

Desde los que con la “feria” de los Cursillos sacaron suculenta tajada convirtiendo su oficio en beneficios, o intentaron utilizar los Cursillos para potenciar asociaciones ya periclitadas en el tiempo o para sacar a flote alguna congregación religiosa venida a menos, hasta los que recibieron numerosos “palos” por haberla planeado, montado o colocado, hay toda una gama de actitudes, opiniones y criterios que hasta con ellos se podría organizar otra nueva feria, sobre todo si esta fuera de vanidades, de primeros planos, de sardinas arrimadas a particulares e interesadas ascuas.

Aunque pueda parecer anecdótico, es curioso la importancia que en la transmisión oral y en el juicio que de la historia de los Cursillos ha recibido mucha gente de buena fe, ha tenido un hecho cada vez más repetitivo.

Hoy que todo el mundo viaja y que se organizan tantas y tan variadas cosas: Semanas, Cursillos intensivos, Cursillos de verano, Cursillos monográficos, etc., donde asiste gente de distintas geografías, se da repetidamente el caso de que algún español (isleño o peninsular) asista a alguno de ellos. Y si de algo pío se trata, parece que siempre es obligada la pregunta: “Tu que eres de Mallorca o tu que eres español, ¿Qué es esto de los Cursillos?. Y como a algunos les resulta embarazoso decir que no tienen ni idea, suelen empezar a inventar. Si tal individuo vivió la experiencia de un Cursillo, o de cualquiera de sus sucedáneos, en su juventud, pero no supo o no quiso vivenciar entonces, o no mantiene ahora los valores básicos del método, es muy natural que diga que los Cursillos no tuvieron ni tienen ninguna importancia, y hasta expresar el asombro que le produce que tan poca cosa haya podido llegar tan lejos.

Cuando los Cursillos estuvieron más de moda, en Mallorca, y gran parte de España, un poco antes de la desconcertante y sorprendente pastoral del Dr. Enciso, todo el mundo decía que había asistido al primero de todos: y llegó a abusarse tanto de esta afirmación, que, de haber sido verdadera, no hubiera bastado, no ya Cala Figuera o San Honorato, sino ni tan siquiera el Monasterio de El Escorial.

Es incuestionable que los Cursillos se gestaron y nacieron en Mallorca en la década de los cuarenta, y no fueron obra del azar o de la improvisación. Nacieron con su esencia y finalidad.

Ahora, en este escrito, no pretendemos hacer una historia pormenorizada de los Cursillos; tampoco un relato apologético o justificativo; y mucho menos aún, un memorial de agravios. Intentamos subrayar la intención con que nacieron los Cursillos y confrontar la posterior evolución y su realidad actual con aquella intención originante y básica porque nos preocupa hondamente el distanciamiento que observamos entre ambas.

Todo lo vivo debe crecer y progresar, y para que sea efectivo exige una creatividad y criticidad permanentes. Lo que es vivo, al crecer y desarrollarse va afirmando sus líneas esenciales, lo que es propio e intencional, o se separa de ellas y pierde su identidad.

EL PRINCIPIO DEL PRINCIPIO

La génesis del Movimiento de Cursillos ha de buscarse en la repercusión que tuvo el conocimiento del ambiente de entonces en el grupo de jóvenes seglares que intentamos estudiarlo a fondo, allá por los años cuarenta.

La inquietud que nos produjo, quedó plasmada en la estructura y desarrollo del rollo “Estudio del Ambiente”, que fue el primero de todos y el que originó y promovió el que se pensaran y estructuraran todos los demás.

Lo esencial de dicho Estudio es:

1) la identificación entre ambiente y relaciones interpersonales

No son los elementos estructurales (cuya importancia es indudable) sino que es la comunicación entre personas lo que determina el ser, el estado y la dinámica de los ambientes.

2) que dichas relaciones interpersonales se establecen en tres planos claramente diferenciados, que en palabras de la moderna psicología social denominaríamos:

un plano de identidad (relaciones entre “nosotros”): que se centra en la relación de cada uno consigo mismo y se desarrolla entre quienes por su mútua identificación pueden realmente expresarse en primera persona del plural (“nosotros pensamos, decimos, nos proponemos”, etc.)

un plano de alteridad (el de las relaciones con “quienes nos acompañan en la vida” nuestros -compañeros-), que expresa la proximidad sin identificación.

un tercer plano, el del entorno (los demás o el ambiente en general), cuya comunicación es esporádica o tiene lugar solamente a nivel de un clima colectivo.

3) que el trato adecuado dentro de cada plano, es y debe ser diverso, no tanto por “táctica” como por asumir con respeto la situación de cada persona con relación a uno mismo. Toda eficacia en la fermentación de ambiente se basa en la adecuada relación de cada uno consigo mismo y después en la relación “entre nosotros”. Pero tratar a “los que nos acompañan en la vida” como nos tratamos a nosotros o entre nosotros, o como tratamos al entorno impersonal, es la causa de la incomunicación existente entre quienes poseen el gozo de la fe y quienes aún no han tenido la suerte de descubrir el Evangelio.

4 ) el desconocimiento que solemos tener de los otros, aconsejó incluir en el rollo una descripción de actitudes, una tipología, que indudablemente rompía con las esquematizaciones al uso, que o se basaban en juicios de valor o en circunstancias ajenas a la persona.

Sin que pretendamos sacralizar esta tipología, incluída en el Estudio del Ambiente, lo cierto es que fué un salto para pasar de los esquemáticos “buenos y malos”, “creyentes y no creyentes”, “practicantes y no practicantes”, “cultos e incultos”, “ricos y pobres”, a un planteamiento que exigía conocer y acercarse a la persona -a cada persona- sin exclusiones ni juicios previos.

Así identificábamos a los que creen en Dios, aman a Dios y quieren hacer el bien; a los que creen en Dios, aman a Dios y quieren estar bien; a los que creen en Dios, pero nada más; a los que no creen porque ignoran a Dios; y a los que no creen porque rechazan a Dios.

No se trataba de etiquetar posturas, sino de dejar de valorar y enjuiciar a las personas más acá de sus intenciones, es decir, sin conocerlas.

Obsérvese que de los tres tratamientos diferenciados que proponíamos para cada uno de los “planos” de comunicación, nacen, por inducción, los tres elementos básicos del método de Cursillos. Lo que proponíamos para “los demás” o “el ambiente en general” da pie a la articulación del “Precursillo”; lo previsto para “quienes nos acompañan en la vida” (nuestros compañeros, prójimos o próximos) no es ni más ni menos que lo que explica el Cursillo; y lo que preconizábamos en el frente del “nosotros” es la clave del Postcursillo.

Valga quizá recordar que en el segundo plano (Cursillo) indicábamos que el camino lógico es la aproximación de la persona, y el iniciar la relación por “el corazón”, para continuar por la inteligencia (“la cabeza”, en los primeros escritos) y debiéndose sólo después espolear su voluntad, para que ella, en su integridad, pueda reconciliarse consigo, con la realidad y con Dios. Compárese este itinerario, por ejemplo con la trayectoria secuencial de los rollos Seglares del Cursillo.

El hombre puede ser más y mejor IDEAL
Puede serlo donde está EL SEGLAR EN LA IGLESIA
Si descubre su corazón – con espontaneidad PIEDAD
Si asume su inteligencia – con convicción ESTUDIO
Si orbita su voluntad con decisión ACCIÓN
Si descubre, asume y orbita su persona en su globalidad DIRIGENTES
Si acepta que su realidad está integrada por personas ESTUDIO DEL AMBIENTE
a las que puede ayudar CRISTIANDAD EN ACCIÓN
siempre que se realice de una forma personal CURSILLISTA MAS ALLÁ DEL CURSILLO
en amistad REUNIÓN DE GRUPO

Otro tanto podríamos hacer con lo que aquel primer rollo prefigura del precursillo y del poscursillo.

Lo esencial es captar que esta idea germinal, motivada para acercarnos a las personas sin manipularlas, en nada apunta a la mera presencia de tales personas a unos actos, ni a su militancia en un sector determinado, profano o intraeclesial. No buscábamos que las personas asumieran nuevos compromisos, sino que aceptaran a dar sentido al propio compromiso, al que ya tienen en la realidad, cuando no han sido manipuladas previamente. A ese compromiso que nace de la vida, y singularmente de la convivencia, deseábamos y seguimos deseando convertirlo en un compromiso de amistad.

Nada más, pero también nada menos.

El estudio serio y la práctica inmediata y concreta de todo esto, nos llevó al conocimiento y al convencimiento de que la verdad de lo específicamente cristiano, no era encarnado en su vida por los que se consideraban cristianos: Lo esencialmente evangélico quedaba desdibujado en las realidades que se vivían, porque no era captado en su entraña viva, sino que tan sólo era dificultosamente visible en algunas connotaciones periféricas orientadas, sin duda, más al cumplimiento chato y sin nervio, que hacia su sentido iluminador y dinamizador de la vida de la persona.

Esta visión que iba esclareciendo muchas cosas, incluía el no pequeño riesgo de sentirse espectadores lúcidos de ciertos acontecimientos, en lugar de sabernos y sentirnos implicados en los mismos, en el mismo mundo, y comprometidos en la misma aventura.

La conciencia del serio peligro que siempre corre el cristiano cuando no acierta a captar el hondo sentido de la parábola de la buena y de la mala semilla, le hace amenudo constituirse en juez de vidas y conductas, cuyo juicio, sin duda alguna, evidentemente, pertenece tan sólo al Señor.

El asignar alegremente etiquetas de buenos y malos, no hace más que ahondar innecesariamente el imaginario abismo con que intentamos separar a unos de los otros, privándonos del bien mútuo y recíproco que un contacto humano y sincero, nos reportaría sin duda a todos.

Desde el principio del principio del Movimiento de Cursillos, se intentó un acercamiento cálido hacia los que no pensaban ni se portaban como se nos había enseñado tenía que comportarse la gente de Iglesia, y nos asombró ir comprobando, con contundentes evidencias sucesivas, que la buena noticia era mejor captada y mejor entendida y acogida en las áreas lejanas y ajenas a lo que normalmente se venía llamando cristiano. Y que ello desbordaba los límites del apostolado organizado. Había que pasar de la preocupación estructural a la personalista, de la tentación de un dirigismo profesionalizado, a la actitud de hacer camino en compañía.

Ello nos hizo pensar, reflexionar y seguir profundizando en la potencia real e inaudita que, en la realidad práctica que vivíamos, tenían las afirmaciones del Señor:

“Los últimos serán los primeros”, “No he venido a buscar a los justos, sino a los pecadores”, y los que trabajaron menos, cobraron igual, etc.

PRIMERAS REALIDADES

Estas realidades evangélicas, al cobrar carne y vida en los acontecimientos de cada día, comenzaron a multiplicar en nosotros, entre nosotros y junto a nosotros, frutos cercanos, visibles y palpables en hombres hechos y derechos, cuya realización y plenificación habían sido provocadas, orientadas y mantenidas por el encuentro con Cristo y con los hermanos, acaecido en un Cursillo de Cristiandad, y continuadas y extendidas en el clima de una Reunión de Grupo: ello confirmó que la intuición, fruto del estudio, tenía rango de método.

A medida que los acontecimientos se iban sucediendo, al ir contrastándolos con el Evangelio, nos los iba iluminando y nos esclarecía los siguientes pasos.

Tanto las confimaciones, como las contradicciones con que nos íbamos encontrando, nos iban aclarando los conceptos. Se procuró en todo tiempo, para depurar la intención, “hablar a Dios de los hombres, antes de hablar a los hombres de Dios”.

A partir de ahí, todo fue normal, humano, natural.

Una vez más comprobamos que el Evangelio da nervio, impulso y orientación, pero no violenta, ni saca de quicio los acontecimientos, sino que los lleva a su termino, dentro de la más absoluta llaneza y simplicidad. Y así fue.

Después de mucho pensar, reflexionar y profundizar sobre unos acontecimientos que nos tenían asombrados y en vilo, en contacto vivo con los individuos que los protagonizaban, vimos que lo válido, lo verdaderamente sorprendente, era todo lo bueno que la semilla evangélica, al fructificar, iba logrando en el interior de los individuos que aceptaban el reto de tender a ser personas. Centrando vidas, alentando esperanzas, despertando voluntades, suscitando iniciativas, reduciendo egoísmos y viviendo la vida con más ganas, con más ánimo, con más sentido, con más plenitud.

Lo que nos iba dando un concepto cada vez más exacto de lo que es en realidad de verdad el fascinante e imparable proceso de fermentación de lo cristiano en el hombre, en los hombres y en la sociedad, cuando con honestidad, simplicidad, y buena intención, va dándose cuenta uno que se trata de una sola cosa: de jugar limpio con las cosas de Dios tomando en serio el mundo de los hombres.

Si tuviéramos que hacer un inventario de las contrariedades con que nos íbamos topando en el camino, y que nuestro paso por la vida y ‘ lo que es más importante por la vida de muchas personas, iba suscitando, podríamos dividirlas en dos grandes grupos:

Las que provenían de nuestros hermanos mayores, portándose no pocas veces más como mayores que como hermanos: y las que iban provocando con su, a veces, desbocada y descocada, vitalidad apostólica, los hermanos pródigos recién llegados.

Para los primeros, a pesar de su indudable buena voluntad, el Cursillo era siempre un nuevo acontecimiento de la vida, más o menos revulsivo a su monotonía cotidiana.

Para los segundos, era algo nuevo. que les hacía ver la vida como un continuo y fascinante acontecimiento.

Los primeros no tenían ninguna duda respecto a la veracidad del Evangelio, pero les resultaba insólito verse arrojados por la evidencia de su poderosa eficacia, cuando era ejercitado con fe, en el ruedo de la vida, por personas que, lejos de su manera rutinaria de entenderlo y practicarlo, lo vivían y se desvivían para proclamarlo con sus vidas con vigor de estreno.

Se suscitaron incomprensiones y oposiciones, y lo pintoresco del caso, era que lo que las suscitaba, era el santo celo que cada uno desplegaba para defender lo que creía verdadero.

Desde el principio lo que estábamos gestando al servicio de la persona, sin sacarla de su entorno vital, intentó ser instrumentalizado, sin duda con la mejor voluntad, por aquellos “hermanos mayores”, poniéndolo al servicio de la Acción Católica primero, de la Pastoral Diocesana después, etc. lo que si bien no parece contradictorio es distinto.

Los Cursillos no se oponen a que los cursillistas presten una colaboración personal activa a nivel diocesano, parroquial, etc. y han sido y seguirán siendo muchos los cursillistas que se incluyan en los cuadros de militantes o dirigentes de multitud de asociaciones, eclesiales o cívicas; lo que sí pensamos es que al hacer esto bajamos la diana, ya que el Cursillo, sin duda, apunta y se orienta hacia una meta mucho más eficaz y efectiva, por la convincente razón de ser ella, de mayor y más rápida incidencia en el mundo.

Ya desde la primera hora, cuando el Movimiento llevaba a sus iniciadores de asombro en asombro, hubo que buscar horas de sosiego para explicar a la opinión eclesial asombrada en que planteamientos de experiencia y doctrina se basaban los Cursillos. Así nació en 1955 “El Cómo y el Porqué”, publicado en “Proa” y luego en 1971 y 1973, en primera y segunda edición, por el Secretariado Nacional de España.

DOS ENFOQUES DE LA FINALIDAD

Los que mantuvimos la libertad de decisión personal en una hora en que privaba, casi con exclusividad, el apostolado organizado, nos es más fácil ahora, seguir manteniéndola, cuando teólogos y el Vaticano II en el Decreto “Sobre el Apostolado Seglar”, han reivindicado la libertad y el pluralismo de los seglares en la Iglesia y han ensanchado los límites y las formas reconocidas de ser cristiano en el mundo.

A decir verdad es un hecho incuestionable que a lo largo de toda la historia del Movimiento de Cursillos, han existido siempre dos maneras de entenderlo y consecuentemente, también dos maneras de encauzarlo y orientarlo hacia su finalidad.

Unos creen que es tan s ó l o para dar vitalidad a las estructuras y las organizaciones ya existentes, haciendo lo mismo de siempre, con mejor espíritu; y otros que creen que el Movimiento si se le da espacio para que viva, en su estructura básica y mínima de Reunión de Grupo, Ultreya y Escuela, puede llevar, por su misma dinámica, la buena noticia del Evangelio hasta los últimos recovecos del existir humano, individual, familiar y social.

El desmedido y a veces desmadrado celo de cada uno de los dos enfoques, se ha venido patentizando en cada situación y circunstancia. Tal vez estén bastantes de ellas significadas en la palabras que un hombre que provenía de ambientes hostiles y obstinados y muy poco propicios a los criterios y a las prácticas de nuestra Religión le dijo en cierta ocasión a su Obispo, al final de un Cursillo: V. no puede saber ni entender lo que siento yo ahora, al haberme encontrado con Cristo. V. lo ha tenido siempre. Yo no. Por eso tan sólo puedo pálidamente darle a entender lo que me pasa. ¿Qué le diría yo? Es como si un ciego de nacimiento viera por primera vez una noche estrellada, la sonrisa de su hijo y la cara de su madre”.

Era la gracia explosiva del último día del Cursillo, cuando la vida de todos se hace canto y el canto se hace vida en la vida de todos..

A quienes por tradición, por inercia o por rutina han venido viviendo la buena nueva del Evangelio como si no creyeran que fuera buena, y sobre todo como si no fuera nueva y capaz de renovarlo todo, les es difícil comprender, encajar y sobre todo acoger el entusiasmo desbocado y no siempre encauzado de los recién convertidos.

A los guardianes celosos de la ley, les resulta complicado ir entendiendo que las cosas son simples para el hombre centrado y orientado por Cristo.

Los Cursillos nacieron impulsados p(falta) conformismo juvenil que a veces fue lucido (falta)xivo y otras, desbordado y hasta arrollador.

Lo que se pretendía era, y lo que pretendemos aún es, dar a entender a la gente que el Evangelio, además de verdadero, es posible en el área de la vida normal; y además de posible, eficaz. Y que su verdad, su posibilidad y su eficacia es comprobable y comprobada, real e inmediatamente, cuando la persona se da cuenta de que se trata de empezar a partir desde dentro desde uno mismo y desde ya.

En una palabra, cuando el conocimiento y la creencia convencida de la verdad del Evangelio significa, contiene, afianza, proclama, expresa, expande y agudiza el imperativo incuestionable de tener que vivenciarlo en la vida.

“NO ES ESO, NO ES ESO”

El haber estado metidos en el Movimiento de Cursillos desde sus inicios, entendemos que nos obliga a tener que exclamar con la frase orteguiana “No es eso, no es eso”, ante la superinmensa proliferación de vegetaciones que ha llegado, no tan sólo a desviar, sino aun a prostituir la finalidad concreta y específica del Movimiento, haciéndolo derivar hacia otras cosas que. por muy buenas que pueden llegar a ser, nunca podrán llamarse Cursillos de Cristiandad, sin faltar a la verdad, ya que no lo son, ni aún a veces se le parecen.

Y aún más. Debemos afirmar que los Cursillos, casi nunca han sido realmente “eso” que se pretendía; que los Cursillos en su íntegro ser están por estrenar, y ello por la simple razón de que el Evangelio en la vida diaria, como la dinámica del “Padre Nuestro” y de las “Bienaventuranzas”, están también sin estrenarse.

Lo específico del Movimiento es poner al alcance del hombre concreto lo fundamental cristiano. Lograr que la libertad del hombre se encuentre con el Espíritu de Dios. Lo cual desbordará siempre toda programación y chocará con toda tentación fácil de encuadrar y encasillar algo tan fluído y espontáneo como el encuentro de las personas con el Evangelio de Cristo.

Los Cursillos pretenden provocar el hambre de Dios, en lugar de procurar medios para saciarla.

Van en busca de las personas, en lugar de ir a la caza de personajes.

Van de la persona a la realidad y a la estructura, y no de la estructura a la persona.

No quieren crear nuevos compromisos a las personas, sino crear compromisos entre personas, cuyo medio, estímulo y meta sea la amistad, para desde ella, llegar hasta donde sea posible.

No insistir con interés “desinteresado” para que se siga algún camino apostólico y concreto, ya aderezado y preparado por otros, sino que desde el clima de amistad, pueda ir madurando su convicción, su decisión y su constancia.

Sabemos que el hombre de hoy, más que respuestas para todo, lo que quiere es poder hacer preguntas, que haya clima donde poderlas hacer, con esperanza y posibilidad de encontrar por sí mismo la respuesta. Se siente más hombre cuando pregunta y descubre que cuando acepta una respuesta.

Al hacer estas afirmaciones, no pretendemos defender una ortodoxia metodológica; el núcleo de lo fatalmente despistante, y por ello peligroso, está en complicar alegremente la simplicidad de los Cursillos que va toda dirigida a lo esencial, hacia otros derroteros que son sin duda buenos, pero no fundamentales. Lo grave no es distraer con enredos el camino, sino desvirtuar su finalidad. Lo difícil es el acompañamiento de la personas y compartir con ellas “la fuerza asociativa de la amistad”, la aventura de vivir con entrega y constancia de cara a Dios y a los hermanos lo cual nunca puede ser suplido por programaciones apriorísticas en las que no prime la persona y su avance hacia Dios.

Lo que nos preocupa de verdad: lo que el derrotero que toman las circunstancias esta convirtiendo casi en obsesionante. no es el método por el método, sino comprobar que el método no está ya neta y escuetamente al servicio de la fundamental cristiano, sino que su energía, su empuje y su vigor se emplee para aumentar la proliferación de la flora y la fauna de cosas pías ya existentes en cantidades astronómicas en la Santa Iglesia de Dios. Y cuando se busca la coartada de progreso y adaptación para salir del enfoque original y esencial, el peligro es aún mayor.

Lo peor del caso es que se ha alterado el sentido de las Cursillos. El error no es de cálculo, sino de rumbo. Y como en este rumbo distinto los Cursillos siguen teniendo una indiscutible eficacia (y aún mayor, si lo que se pretende es crear comparsas meramente intraeclesiales de gente pía, obediente y dispuesta), es muy difícil que quienes inconscientemente son causa de ello, puedan darse cuenta.

Quizá nunca podrá saberse el deterioro de la punta de avance de lo cristiano en el mundo, ni la cantidad ni calidad de personas que hemos situado fuera del alcance del mensaje, por haberlo recargado innecesariamente -a veces en el mismo Cursillo y otras veces después- hinchando las afirmaciones de la fe con otras que no vienen del Evangelio, sino de teorías ocasionales y contingentes, según los tiempos y circunstancias.

Para que lo cristiano germine, crezca y fructifique en la persona con espontaneidad, dinamismo y oportunidad, debe conservar ésta su plena libertad de decisión y actuación. Y esto se consigue si se encuadra en un clima de Evangelio y amistad, que le patentice la certeza de que lo experimentado en el Cursillo, sigue siendo verdad en la vida de sus nuevos amigos, que les duele si deja alguna vez de serlo y que muchos siguen empeñados en que lo vaya siendo.

Esta capacidad de decidirse uno mismo, por sí mismo y desde sí mismo, en lugar de potenciarla, se ve casi siempre coaccionada y hasta amenazada, por el proyecto previo que los que le iniciaron en las verdades del Evangelio ya habían trazado y perfilado para él, sin contar con su voluntad más que para conseguir su asentimiento.

CONCLUSIÓN

En síntesis. el despiece de los Cursillos en su verdad más profunda. acredita que el encuentro real consigo mismo es la estructura que hace posible el encuentro con los demás y con el Evangelio.

En cambio, las realidades que se autodenominan Cursillos de Cristiandad tienden, con preocupante frecuencia, a orbitar personas que, al refugiarse en un misticismo o desintegrarse en un activismo, evidencian que no ha existido o no sigue existiendo, ese encuentro básico con su propio ser y con el sentido de sus vidas.

Esta realidad responde a una fractura entre el Cursillo y el postcursillo, -fe y vida-, como consecuencia del cambio de rumbo en la finalidad y que ha producido como resultado al menos posible, la ausencia actual de muchos que quisieron y podían aportar mucho, singularmente los de personalidad más profunda y los de circunstancia más complicada.

Cuando alguien piense que, lo que ahora decimos es verdad no explicitada antes, la reacción madura y por ello evangélica, será un retorno activo a la simplicidad de lo inicial, siempre necesitada de la aportación de todos.

La unidad de mensaje y la plena personalización, han sido y siguen siendo posibles.

Mallorca, 1981

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