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La Amistad XVI. La Comunicación

Eduardo Bonnín Aguiló

Eduardo Bonnin
Francisco Forteza
EVIDENCIAS OLVIDADAS
Cursillos de Cristiandad
Edición 1999
Barcelona – España – Europa

La incomunicación entre los hombres -a pesar de que hoy estamos más «comunicados» que nunca-, es posiblemente una de las cosas que más anulan las potencialidades de la persona de nuestro tiempo.

Los convencionalismos, los perjuicios y los miedos nos condicionan tanto, que a veces parece que nos obligan a tener que simular y representar «papeles» que distorsionan, anulan o adulteran los sectores más valiosos de nuestra personalidad, y con ellos las posibilidades de enriquecerlos y enriquecernos como personas.

Quizá ya sólo el dolor genera la actitud de acercamiento a los demás. En caso de accidente o de una muerte, afortunadamente sigue siendo normal el que acudan muchos, aunque no siempre todos en actitud de amistad. Se cumple entonces aquello de que los amigos, o los que dicen serlo, son como la sangre, que acude siempre cuando se produce alguna herida.

La verdadera amistad no puede ser tan sólo para compartir las penas, sino también para gozarse en el gozo de sus alegrías, y de lo que es su causa: sus ilusiones, sus deseos, sus éxitos.

Así, de hecho, en nuestros días las formas habituales de relación entre los hombres se sitúan extramuros del Evangelio y el sentido común, configurando sistemas de comunicaciones e incomunicaciones, que identificamos como:

Relaciones de inhibición:

sin que los demás les importen, quieren que les soporten.

Relaciones de dominio:

cuando falta el autodominio, el hombre tiende a afirmarse dominando a los demás.

relaciones de manipulación:

utilizar al otro para lo que creemos que nos conviene, es desaprovechar la oportunidad de enriquecernos con sus verdaderos valores.

Relaciones de inmersión:

la falta de identidad personal nos impulsa a diluirnos en la inmediatez de sentimientos colectivos; preferimos ser voz de graderío que jugador eficaz en el equipo, y nos vaciamos en un esfuerzo agotador, que agota tanto el ingenio como el bolsillo.

Relaciones de sumisión;

a veces por pereza y a veces por cálculo del menor esfuerzo, se prefiere obedecer o imitar al «divo de turno», confirmándonos una vez más aquello de «bienaventurados nuestros imitadores, porque de ellos serán nuestros defectos»

relaciones de enfrentamiento:

existen quieres creen que sólo se afirman contradiciendo.

En cambio, en la perspectiva de quien cree en el hombre, siempre se sale ganando. Incluso en las meras relaciones de coexistencia, y hasta en el encuentro ocasional con el otro, se percibe y se experimenta una agradable, interesante y aprovechable oportunidad de encuentro, que o nos ilumina, o al menos nos obliga a interrogarnos.

También las relaciones de colaboración, para un fin concreto, se enriquecen, cuando las personas implicadas saben que este fin no es el fin; entonces lo que suele ser una relación fría y acartonada, toma una vía más sencilla y más diáfana, más abierta, y aún más eficaz.

El compañerismo es una forma de relación que, por ser de algún modo ya una amistad «especializada», es la vía más normal de conexión real entre las personas. Encontrarse periódicamente en un mismo lugar e irse manifestando cada uno como en realidad es, es ya de por sí una invitación a la amistad, aunque desgraciadamente se interpongan, no pocas veces, enojosos intereses de competitividad, cuando prima más el ser más que el ser mejor.

Todas estas formas de relación toman su verdadero sentido si son el prólogo, el medio y el cultivo de la amistad.

La relación de amistad es la forma genuinamente humana y genuinamente evangélica de comunicación entre los hombres. Es la misma forma que tiene Dios de relacionarse con el hombre, y la mejor que puede tener el hombre de relacionarse tanto con Dios como con las demás personas: comunicarse con el otro que es persona; no por sus cualidades concretas o su posición social, sino porque es él, porque es alguien.

Esto supone algo que, por desgracia, en bastantes ambientes es infrecuente: creer en el hombre.

Los Cursillos de Cristiandad por ser vida viva no caben en una definición definitiva que los limite y constriña

DEL LIBRO VOLVIENDO A LAS FUENTES, Alberto Monteagudo, Pág. 89 A 92
LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD
Eduardo Bonnín
Francisco Forteza

Los Cursillos de Cristiandad por ser vida viva no caben en una definición definitiva que los limite y constriña.

El mundo avanza y si bien la esencia y la mentalidad de los Cursillos de Cristiandad, por lo que tiene de Fundamental Cristiano permanece siempre vivo y actual; avivando y actualizando todo lo que se deja penetrar por su espíritu, no podemos dejar de notar que su mismo nombre: “Cristiandad”, suscita hoy comprensibles suspicacias. Sin duda cuadraría mejor con lo que se quiere conseguir y se va consiguiendo con ellos, llamándoles CURSILLOS DE CRISTIANÍA.

Se habla mucho de pastoral de misión y pastoral de cristiandad y el Movimiento de Cursillos, de seguro, responde mucho más a la denominación primera que a la segunda.

Es curioso que tanto protagonismo cambiador con que se ha pretendido complicar, adulterar, edulcorar, clericalizar, y tergiversar el Movimiento de Cursillos, desde su nacimiento, a nadie se le ha ocurrido que, precisamente es el nombre lo que debería ser cambiado, ya que, hoy por hoy, la palabra cristiandad no precisa ni da a entender lo que el Movimiento de Cursillo es, persigue y consigue.

El concepto Cristiandad da la sensación de ser todavía, porque muchas veces ha venido siéndolo, un condicionamiento previo, un marco pío que ha de enmarcarlo todo, aunque lo que más vale del hombre, que es su intención –el norte de su libertad- se quede fuera: por tradición, por costumbre, por haber sido ancestralmente así casi siempre, parece que lo único que cuenta en el paradigma de cristiandad es el comportamiento, aunque éste no responda a ninguna convicción. El comportamiento se tiene tan en cuenta que no pocas veces es el único dato en que se apoya la calificación de una persona.

Las manifestaciones masivas que reducen la participación de los creyentes a una mera asistencia de presencia pasiva, los actos con que se pretende dar oficialidad a lo cristiano, creando e impulsando estructuras cristianas sin contar con cristianos convencidos y decididos que autentifiquen con su actitud ante la vida su ser de cristianos, es edificar sobre arena. La cosmética apostólica en lugar de cubrir, descubre porque al fragor del mismo vivir, cae lo efímero y fugaz y permanece lo verdadero.

El Movimiento de Cursillos de Cristiandad, para ser fiel a su carisma fundacional, ha de moverse en otra dirección, porque va por otra línea, pues una vez implantado en una diócesis y contando con un grupo de cristianos adictos a la Iglesia y seguidores de sus enseñanzas, éstos han de moverse en el sentido de ir logrando, por la vía de la oración confiada y la inquietud orientada, un acercamiento efectivo y cálido hacia las personas alejadas que no viven ni practican y que muy posiblemente, al tener noticia del mensaje cristiano y llevarlo a su vida, puedan, contando siempre con el tiempo que se precise, ser motor e impulso de muchas buenas y nuevas acciones cristianas.
Y ello va siendo posible, tan sólo, cuando los cristianos de siempre tratan de comprender la actitud de los recién llegados y saben esperar confiados y sin paternalismos, que vaya madurando su actitud de convertidos, pues casi siempre los árboles les parecen hombres y los hombres árboles; pero lo menos adecuado es aprovechar la ocasión para colocarles un tratado de botánica y otro de anatomía.

TU
que cuando “mandaban” los padres eras hijo, y ahora que “mandan” los hijos eres padre.

TU
que tal vez vives escandalizado, contrariado y confuso por tantas cosas que te parecen incomprensibles y no hallas la VERDAD porque no ha crecido contigo.

TU
que te dedicas a consumir como todos, o a presumir como unos cuantos, pero que puedes asumir, que es sin duda lo que te toca, como cristiano que has querido ser y has sido en tantas ocasiones.

El encontrarse con uno mismo.
El descubrir a los hermanos.
El toparse con Cristo.

el de entonces, de ahora y de siempre.

TU
que lo experimentaste en la primera hora,
a ti que te ha dolido más de una vez haberlo olvidado.

TU
que por no haberlo olvidado del todo, a veces te has debatido entre un puritanismo de herencia y un erotismo de préstamo, no te niegues a experimentar la alegría de una mayor profundización y el gozo de sentirte amigo de tus hermanos.
Si nos ponemos en comunicación contigo es porque tú eres un eslabón vivo de la cadena de realidades que ha hecho posible que los Cursillos llegaran a los cinco continentes.
Si te decides, no olvides que con tu presencia entre nosotros aumentarás nuestra alegría.