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Los retos pendientes del nuevo Papa

Francisco I

Benedicto XVI ya tiene sucesor

  • La participación de la mujer es una de las asignaturas de la Iglesia
  • Recuperar la credibilidad social, otro de los retos del nuevo Papa

Por las venas del tejido eclesial circula, cada vez con más fuerza, la idea de una Iglesia más comunitaria, democrática, liberadora y ecuménica. Tras la revolucionaria renuncia de Benedicto XVI, el colegio cardenalicio acaba de elegir a su sucesor. Con las acostumbradas luchas de poder, si acaso más exacerbadas como consecuencia del Vatileaks. Sea quien sea el elegido (que conoceremos antes de las 20.00 horas), una vez instalado en el solio pontificio el nuevo Papa no tendrá más remedio que pensar en abrir al menos cinco puertas, que, hasta hora, han permanecido cerradas.
La mujer en la Iglesia
La primera es la ordenación sacerdotal de las mujeres. Este tema encierra toda una problemática tradicionalmente explosiva para la Iglesia: la relación entre moral y sexualidad, el celibato eclesiástico, los medios anticonceptivos o el aborto. La actual situación de la mujer en la Iglesia clama al cielo. Si el nuevo Papa no desbloquea esta situación, la Iglesia perderá definitivamente a la mujer. Y el cisma silencioso de la mayoría de los católicos que no sigue en este ámbito la doctrina de la jerarquía saldrá claramente a la luz pública.
Democracia eclesial
La segunda puerta es la de la democracia en el seno de la Iglesia: desde los fieles a los obispos. Sólo la libre expresión de las opiniones episcopales impedirá al magisterio de la Iglesia encerrarse en una falsa unanimidad que, a la postre, pervierte la vida de la Iglesia. Es lo que teológicamente se conoce con el nombre de «colegialidad». Por ejemplo, con un Sínodo de obispos deliberativo, como preveía el Concilio Vaticano II, o con unas conferencias episcopales con mayor libertad y autonomía.
Unidad en el respeto al pluralismo
La tercera puerta es la de la unidad. La preocupación por la unidad debe ser la regla de oro de la enseñanza de la Iglesia. Dicha preocupación debe estar subordinada a la preocupación por la verdad, para dejar vía libre a toda la variedad de ideas sobre un gran número de cuestiones. De esta forma, los teólogos se situarán mejor en la Iglesia. Porque, como solía repetir Benedicto XVI, «la característica fundamental de un ecumenismo teológico y no político es la disponibilidad para estar y caminar juntos incluso en las diferencias no superadas; la regla práctica es hacer todo lo que podamos por la unidad y dejar al Señor lo que sólo el Señor puede hacer». El nuevo Papa tendrá que pasar de la teoría a la práctica y dar pasos reales con ortodoxos, protestantes y anglicanos hacia el ecumenismo real.
Una ética de mínimos
La cuarta puerta tiene que ver con la modernidad. Las sociedades occidentales tienen que afrontar tremendos problemas económicos, políticos, éticos. Para hacer frente a estos peligros, tienen que elaborar nuevas éticas. Querer reconquistar moralmente la modernidad no conduce a ninguna parte. Ya no estamos a finales del siglo XIX o a comienzos del XX para refundar la cristiandad. Como dice el teólogo progresista Hans Küng, la Iglesia debería luchar por consensuar una «ética de mínimos» que pueda regular las relaciones internacionales de un mundo globalizado. ¿Lo intentará el nuevo Papa.
Recuperar la tradición sinodal
La quinta puerta consiste en reafirmar la tradición sinodal de la barca de Pedro. La Iglesia no es una monarquía absoluta. Y aunque tampoco sea una democracia, su estructura esencial tiene más cosas en común con los modelos democráticos que con los imperiales. La comunidad local es el fundamento y la expresan mejor personas con intereses y lazos comunes que la unidad geográfica de la parroquia. La comunidad local debe ser el primer lugar de la toma de decisiones. Por otra parte, las comunidades locales deberían reunirse en diócesis más pequeñas. Debería haber un obispo por cada 100.000 católicos. Actualmente, en el mundo hay cerca de 2.500 diócesis con más de 1.200 millones de católicos. Para llegar a la proporción ideal debería haber el triple o el cuádruplo de diócesis. Y por supuesto, los obispos deben ser elegidos por los fieles.
Recuperar la credibilidad social
La sexta puerta radica en recuperar la credibilidad social, herida por el escándalo de la pederastia y de los abusos cometidos por las manzanas podridas del clero en todo el mundo. El nuevo Papa, además de continuar con la «tolerancia cero» impuesta por Benedicto XVI en estos casos, deberá seguir manteniendo un estricto control de los eventuales casos de abusos, una transparencia total y una colaboración absoluta con las autoridades civiles.
La Iglesia necesitaría, pues, abrir estos grandes portones y algunas otras puertas más pequeñas, para poder seguir teniendo relevancia social en todo el planeta. Al menos, como hasta ahora. Una Iglesia, esperanza del tercer milenio para un Papa del tercer milenio.

http://www.elmundo.es/

Habemus Papam

FRANCISCO es uno de los FUNDADORES de los JESUITAS!!!

Quizá por eso el nombre de nuestro Nuevo papa FRANCISCO I.
Ya mas delante sabremos al respecto.

San Francisco Xavier

Francisco nace el 7 de abril de 1506 en el castillo de Javier, cerca de Pamplona (Navarra, España). Su padre, jurista, es entonces consejero del rey Juan de Albit, su madre pertenecía a la nobleza. Sus dos hermanos tuvieron parte activa en las guerras que marcaron la infancia de Francisco.

Huérfano a los tres años, Francisco crece en un clima de división y guerras, en su propia morada sujeta a la tiranía moral y material, de parte del lado navarro como del castellano. Cuando a los 18 años se firma un convenio de paz, Francisco elige entonces su futuro, continúa sus estudios de humanidad en la famosa universidad de Sorbona en París. Es aquí donde, compartiendo su cuarto con Ignacio de Loyola, y después de un camino de discernimiento mutuo, Francisco es tocado muy profundamente por una frase de Ignacio de la cual no se olvidará jamás, y que determinaría desde entonces el rumbo de su vida: «¿de que sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?». Francisco elige desde ya ganar su alma y la de muchos.

Martmartu 1534: en compañía de siete compañeros, Francisco pronuncia sus votos de pobreza, castidad y peregrinación a Tierra Santa, según unos preceptos estrictos de Ignacio de Loyola.

Así comenzó la «Compañía de Jesús» aprobada por el Papa. El 24 de junio fueron ordenados sacerdotes, pero la guerra de Venecia y los Turcos hizo imposible la realización del deseo de estos apóstoles de ir a Tierra Santa.

Así el 7 de abril de 1531, Francisco parte para las lejanas tierras de la India junto con uno de sus compañeros, Llegados a Goa, se ven confrontados a miles de males entre ellos, la peste. Francisco se dedica a dar confianza y a descubrir a todos el amor de Dios, a curar y hasta hacer milagros. Evangelizando jóvenes abre escuelas, colegios, dispensarios, bautiza sin descansar jamás aceptando por amor miles de sacrificios y llevando a todos a la oración y a la conversión.

En 1543 vuelve a Goa, y llega a Pesquerías cuando se declaró la guerra entre el reino de Comorín y el de Travancor. Enfrentándose solo a las fuertes tribus, armado íntimamente de un crucifijo en la mano y de su palabra, pone fin a la guerra milagrosamente.

En 1546, parte Francisco para Amboino, isla en la cual entra hablando y cantando en el idioma popular como si hubiese vivido siempre ahí. Desde allí emprende la visita de todas las islas de Oceanía. Después de esta larga expedición, Francisco decide volver a Goa para encontrarse con sus compañeros llegados a Europa, asignarles el campo apostólico y prepararse para llevar la fe cristiana hasta Japón. En Malaca, en el año 1547, se encontró con Magno, un japonés insatisfecho con la religión que le habían enseñado sus bonzos(sacerdotes Budistas). Magno invitó a Francisco a ir a predicar la doctrina de Cristo a sus paisanos. En abril de 1549 emprendió el viaje hasta Japón junto con su amigo. Adoptando el estilo oriental Francisco conversaba con el pueblo mientras Magno le servía de intérprete. Después de un año en Kangoshina, en donde escribieron un catecismo, partió por Yamaguchi y luego hacia la costa, aguantando miles de pruebas y rechazos. De allí aprovechó la salida de un barco portugués para ir a visitar las misiones de la India y preparar su viaje a China. Habiendo aportado un regalo muy rico para el rey de China, llegó a una isla desierta a 150 kilómetros de Cantón. Era a los fines de agosto de 1552. Allí Francisco espera en una total soledad y pobreza una embarcación para entrar lo más directamente posible a la China. Pero se enfermó y es aquí, a 150 kilómetros de esta tierra tan soñada de China, que entregó a Dios su alma, el 3 de diciembre.

http://www.sanfranciscojavier.com/

El mundo desde Roma

Primer domingo sin Ángelus en ocho años tras renuncia de Benedicto XVI

Angelus

ROMA, 03 Mar. 13 / 09:33 am (ACI/EWTN Noticias).- Al hacerse efectiva la renuncia del ahora Papa emérito Benedicto XVI y comenzar el periodo de sede vacante, el pasado jueves 28 de febrero, este domingo es el primero en ocho años en que no reza el Ángelus junto a los fieles que se reúnen en la Plaza de San Pedro.

El último Ángelus que rezó Benedicto XVI fue el pasado domingo 24 de febrero, junto a 200 mil fieles reunidos en el Vaticano. En esa ocasión señaló que «el Señor me llama a ‘subir al monte’, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación».

Las palabras previas al rezo del Ángelus se convirtieron en una ocasión privilegiada para el ahora retirado Papa, para educar en la fe a los fieles, con palabras fuertes y claras.

El 22 de mayo de 2005, tras rezar en tres ocasiones el Regina Caeli, por Pascua, Benedicto XVI rezó el Ángelus, meditando antes en que «Dios es amor».

«La palabra que resume toda la revelación es esta: ‘Dios es amor’, y el amor es siempre un misterio, una realidad que sobrepasa la razón sin contradecirla, exalta su potencial».

En otra ocasión reflexionó sobre el misterio de la Santísima Trinidad, señalando que «Jesús nos ha revelado el misterio de Dios: Él, el Hijo, ha dado a conocer al Padre que está en elcielo, y nos dio al Espíritu Santo, el Amor del Padre y del Hijo».

Benedicto XVI reflexionó también sobre la importancia de que los cristianos no se vean infectados por el relativismo en su práctica religiosa, señalando que «toda parroquia está llamada a redescubrir la belleza del Domingo, el Día del Señor, en que los discípulos de Cristo renuevan la Eucaristía, comunión con Aquel que da significado a las alegrías y tristezas de cada día».

«‘No podemos vivir sin el Domingo’: Así profesaron los primeros cristianos, incluso a costa de suvida, y así estamos llamados nosotros a repetir hoy», aseguró.

Al concluir su último rezo del Ángelus, el domingo pasado, Benedicto XVI subrayó que su renuncia y su paso a la vida de oración «no significa abandonar a laIglesia».

«Si Dios me pide esto es precisamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma entrega y el mismo amor con que lo he hecho hasta ahora, pero de modo más apto a mi edad y a mis fuerzas», aseguró.

El Mundo visto desde Roma

Dios me llama a «subir al monte» pero no significa abandonar a la Iglesia. Si me pide esto es para poder servirla con la misma entrega y el mismo amor de siempre.

Cristo mundo

CIUDAD DEL VATICANO, 24 de febrero de 2013 (Zenit.org) – En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración del Señor. El evangelista Lucas destaca de modo especial el hecho de que Jesús se transfigurara mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive sobre un alto monte en compañía de Pedro, Santiago y Juan, los tres discípulos siempre presentes en los momentos de la manifestación divina del Maestro (Lc 5,10; 8,51; 9,28). El Señor, que poco antes había preanunciado su muerte y resurrección (9,22), ofrece a los discípulos un anticipo de su gloria. Y también en la Transfiguración, como en el bautismo, resuena la voz del Padre celeste: «Este es mi hijo, el predilecto, ¡Escuchadle!» (9,35). La presencia luego de Moisés y de Elías, que representan la Ley y los Profetas de la antigua Alianza, es muy significativa: toda la historia de la Alianza está orientada a El, el Cristo, que realiza un nuevo «éxodo» (9,31), no hacia la tierra prometida, como en el tiempo de Moisés, sino hacia el Cielo. La intervención de Pedro: «Maestro, qué bien estamos aquí» (9,33) representa el intento imposible de detener tal experiencia mística. Comenta san Agustín: «[Pedro]… sobre el monte… tenía a Cristo como alimento del alma. ¿Para qué descender para volver a las fatigas y a los dolores, mientras allí arriba estaba lleno de sentimientos de santo amor hacia Dios y que le inspiraban por ello una santa conducta?» (Discurso 78,3).

Meditando este pasaje del Evangelio, podemos extraer una enseñanza muy importante. Sobre todo, el primado de la oración, sin la cual todo el empeño del apostolado y de la caridad se reduce a activismo. En la Cuaresma, aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da aliento a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones, como hubiera querido hacer Pedro sobre el Tabor, sino que la oración reconduce al camino, a la acción. «La existencia cristiana -escribí en el Mensaje para esta Cuaresma- consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios, para luego volver a bajar llevando el amor y la fuerza que de ello derivan, para servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios» (n. 3).

Queridos hermanos y hermanas, esta Palabra de Dios la siento de modo especial dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a «subir al monte», a dedicarme aún más a la oración y a la meditación. Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas. Invoquemos la intercesión de la Virgen María: Ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa.