Archivo por meses: febrero 2014

Andan los curas de hoy algo aturrullados.

Buscan nuevas formas para su sacerdocio, pues las antiguas parecen haber perdido eficacia.

Soy solamente un seglar, sin ninguna autoridad, sin ningún título, sin ningún cargo. Pero una cosa hay que me enorgullece y que quiero decir aquí: amo a los sacerdotes. Y les amo mucho, consciente de lo que les debo y de lo que he recibido de ellos. Y este amor es el que me impulsa a escribir, no sé si dolido, no sé si amargado, pero sí ciertamente deseando para mis hermanos los curas lo mejor, lo más noble, lo más eficaz.

-Curas hoy, sí. Pero ¿cómo?

Y esa pregunta, ese cómo ser cura hoy es lo que este seglar enamorado de los sacerdotes de Cristo pretende comentar aquí y ahora, sin ningún título, sin ningún cargo, sin ninguna autoridad y con el deseo de una plena comunión con la jerarquía eclesiástica, comunión en la que quiero vivir y morir.

Dicen algunos curas:
-La Iglesia necesita un buen fregoteo: y yo se lo voy a dar. Hay cosas que se caen de viejas: y yo las voy a renovar. MAL.

-Los estudiantes tienen razón. Los mineros tienen razón. Los médicos del seguro tienen razón. Mañana haremos una manifestación monstruo. MAL.

-Fuera procesiones. Fuera rosarios parroquiales. Y novenas. Y trisagios. Y viacrucis. Y cofradías. Y jueves eucarísticos. Y triduos. Y septenarios. Y los nueve viernes, y los trece martes, y los cinco sábados. MAL.

-El Papa es demasiado anticuado. Además, en la encíclica del celibato sacerdotal no hablaba «ex cathedra», ni tampoco en la Humanae vitae. Tendrán que cambiar todo eso si no quieren quedarse solos. MAL.

Así no soñó Cristo a sus sacerdotes, y no hace falta ser doctor en teología para darse cuenta de esto. Así no trasparentan a Cristo para que las ovejas le veamos a través de los curas. El sacerdocio no es una profesión, sino un testimonio. ¿Qué se testimonia en una manifestación política? ¿Estaría Cristo allí, llevando una pancarta y pegando gritos? Y si los curas se meten a defender los derechos humanos, ¿quién defenderá los derechos divinos? ¿Nosotros, los seglares? ¿Los de la ONU, quizá?

Dicen otros:
-No hay que ser impulsivos. La prudencia es una gran virtud. Seamos prudentes y dejemos la cosa como está. MAL.

-Pues esto se hacía así. Siempre se ha llevado sotana y coronilla y latinajos abundantes, y predicadores cuaresmales con barbas. MAL.

-Si nos metemos a limpiar, acabaremos rompiéndolo todo. MAL.

-No por mucho madrugar amanece más temprano. Despacio que tengo prisa. Mañana será otro día. La atolondrada juventud. MAL.

-Decía san Agustín. Decía santo Tomás. Decía Orígenes. Decía san Alberto Magno. Decía Tomás de Kempis. Decía nuestra seráfica madre fundadora. MAL.

Y mal porque hay algo más. Algo para hoy. Para ahora. Para aquí. Nada de lo anterior es malo. Pero todo lo anterior ha perdido vigor, eficacia, garra. Y Cristo debe recuperar, debe poseer todo vigor, toda eficacia, toda garra. Hoy como ayer y como mañana.

Así sueño yo, así sueñan conmigo millones de fieles a sus sacerdotes:

-Los hombres han perdido el verdadero sentido de su vida. Me necesitan para hallar de nuevo ese sentido. BIEN.

-La gente no tiene tiempo para pensar. Me necesitan para que yo piense por ellos. BIEN.

-Los hombres buscan la felicidad. Yo poseo esa felicidad. Sé cuál es la fuente, la raíz, el motivo. Sé dónde está esa felicidad que todos buscan. Y debo dársela, aunque ellos sean tan torpes que no la quieran recibir. BIEN.

-Cuando me vean, deben ver a Cristo. Cuando me oigan deben oír a Cristo. Cuando me sigan, deben seguir a Cristo. Cuando me amen, deben amar a Cristo. BIEN.

-El que se acerque a mí tiene que hallar consuelo, serenidad, paz. He de ser agua para que los demás beban, pan para que coman, aire para que respiren, luz para que vean. BIEN.

-Debo estar lleno de Dios para dar a Dios. Lleno de perdón, de misericordia, de amor. Lleno del Cristo de ayer, de hoy y de siempre. BIEN.

-Pondré en mis palabras al hombre y a Dios. A Cristo y al siglo actual. A Cristo y al mundo de hoy. A Cristo y a Sara Montiel. Cristo y los Beatles. Cristo y Kennedy. Cristo y el Golfo Pérsico. Cristo y los astronautas. Cristo y todo, menos el pecado. BIEN.

-Dispuesto a ser hostia, a ser víctima cada minuto. Esto me va a costar tiempo, dedicación, dinero, tabaco, aburrimiento, entrega, donación mía total y continuada. Y así hasta la muerte por Cristo, en él, y con él, tal vez sin recoger ni una espiga de fruto si él así lo desea. BIEN.

Así diría un seglar gris y corriente, perdido en una parroquia del Alto Aragón y que ama mucho a los sacerdotes, que deberían ser los curas de hoy, los curas de aquí. Conozco curas de esa talla. Muchos. Lo que pasa es que, como chillan menos que los otros, apenas se les oye. Pero Dios y los hombres que les rodean, conocen la bendición que suponen estos hombres consagrados a Dios, en estos asendereados tiempos y en este asendereado mundo que nos ha tocado vivir.

Valentin Galindo

Comentarios al autor
Valentín Galindo
olgagalindo@ub.edu
Barcelona, España

Ediciones 4° Día
Ediciones 4° dia logo
Una editorial NO oficial.

Una editorial, apostolado de una reunión de grupo,
accionando en su 4° día.

Red de amigos del Papa Francisco

La prensa nunca avisa con grandes titulares que un avión vuela continuamente de una ciudad a otra. Un avión durante el año hace numerosos vuelos y nadie se da cuenta; pero el día que ese avión falla y cae, inmediatamente es noticia.
A lo largo del año y a lo largo de la vida cuánto servicio presta calladamente un sacerdote y nadie se da cuenta; pero cuando falla y cae en cualquier error se convierte en noticia.
En un accidente aéreo las compañías de aviación tratan de ser discretas en la información para no hacer más daño a las familias de las víctimas. En el error del sacerdote se procura hacer daño a toda la Iglesia.
En las primeras horas de conocido el desastre aéreo no se dan declaraciones hasta no tener certeza de lo que sucedió. Cuando el que cae es un sacerdote, todos dan su opinión, en la mayoría de los casos, sin conocer lo que sucedió y por qué sucedió.

¡Recuperemos la caja negra!
Ella guarda el secreto conocido por la torre de control y sobre todo por el piloto que murió.
En la caída del sacerdote supervive una cajita que se llama CONCIENCIA que sólo conoce Dios y el sacerdote caído.
El sacerdote conoce su fragilidad y necesita de la colaboración de muchos operarios que le ayuden a realizar un vuelo espiritual exitoso. Si los operarios le fallan seguramente él fracasará. Si los encargados de orar por él no oramos, aceleramos su caída.
El sacerdote sabe que al caer, como el avión, con él caerán muchos que quedarán muertos o lastimados en la fe. El buen sacerdote al sentir su inclinación al mal tendrá que repetirle a Dios lo que una vez dijo Pedro: “Apártate de mí, Señor porque soy un hombre pecador” (Lc. 5, 8).

Si un avión cae no quiere decir que todos han caído, están cayendo o caerán. No podemos afirmar sensatamente: “No vuelvo a viajar en avión porque todos los aviones caen”. Existirá el peligro, siempre habrá peligro de que algunos sacerdotes puedan fallar.
Muchos accidentes se han evitado porque rápidamente se actualiza o se busca una pista de emergencia. Las familias católicas deben ser eso para sus sacerdotes: apoyo para esos momentos difíciles de la vida sacerdotal.
Concluyamos diciendo que lo importante es la VIDA de los pasajeros para que puedan llegar de nuevo a su hogar. Lo importante es que a pesar de las fallas de los sacerdotes, ellos con el ejercicio de su oficio nos transporten a la VIDA ETERNA, a la Casa de Nuestro Padre Dios.
(Padre Honorio García Dávila.)

La prensa nunca avisa con grandes titulares que un avión vuela continuamente de una ciudad a otra. Un avión durante el año hace numerosos vuelos y nadie se da cuenta; pero el día que ese avión falla y cae, inmediatamente es noticia.
A lo largo del año y a lo largo de la vida cuánto servicio presta calladamente un sacerdote y nadie se da cuenta; pero cuando falla y cae en cualquier error se convierte en noticia.
En un accidente aéreo las compañías de aviación tratan de ser discretas en la información para no hacer más daño a las familias de las víctimas. En el error del sacerdote se procura hacer daño a toda la Iglesia.
En las primeras horas de conocido el desastre aéreo no se dan declaraciones hasta no tener certeza de lo que sucedió. Cuando el que cae es un sacerdote, todos dan su opinión, en la mayoría de los casos, sin conocer lo que sucedió y por qué sucedió.

¡Recuperemos la caja negra!
Ella guarda el secreto conocido por la torre de control y sobre todo por el piloto que murió.
En la caída del sacerdote supervive una cajita que se llama CONCIENCIA que sólo conoce Dios y el sacerdote caído.
El sacerdote conoce su fragilidad y necesita de la colaboración de muchos operarios que le ayuden a realizar un vuelo espiritual exitoso. Si los operarios le fallan seguramente él fracasará. Si los encargados de orar por él no oramos, aceleramos su caída.
El sacerdote sabe que al caer, como el avión, con él caerán muchos que quedarán muertos o lastimados en la fe. El buen sacerdote al sentir su inclinación al mal tendrá que repetirle a Dios lo que una vez dijo Pedro: “Apártate de mí, Señor porque soy un hombre pecador” (Lc. 5, 8).

Si un avión cae no quiere decir que todos han caído, están cayendo o caerán. No podemos afirmar sensatamente: “No vuelvo a viajar en avión porque todos los aviones caen”. Existirá el peligro, siempre habrá peligro de que algunos sacerdotes puedan fallar.
Muchos accidentes se han evitado porque rápidamente se actualiza o se busca una pista de emergencia. Las familias católicas deben ser eso para sus sacerdotes: apoyo para esos momentos difíciles de la vida sacerdotal.
Concluyamos diciendo que lo importante es la VIDA de los pasajeros para que puedan llegar de nuevo a su hogar. Lo importante es que a pesar de las fallas de los sacerdotes, ellos con el ejercicio de su oficio nos transporten a la VIDA ETERNA, a la Casa de Nuestro Padre Dios.
(Padre Honorio García Dávila.)